sábado, 23 de enero de 2010

Materialismo histórico de la vida cotidiana



Durante nuestra historia, esta nos ha sido contada de múltiples maneras. La historia es la utopia primordial del hombre, desde las primeras sociedades. Las primeras utopías fueron contadas por Platón. Antes, las ciencias ocultas (las ciencias del espíritu antes de Platón) tenían una practicidad más sencilla. Implicaban un intento de dominio de la naturaleza, no así por su naturaleza: la relación del hombre con el entorno. Los hombres llamados primitivos si poseían aquella sabiduría nómada. Pero con el asentamiento de las agriculturas, surge la capacidad de apropiación de la materia prima: la distribución equitativa de los productos entorno a las primeras células y tribus, dejo de serlo con la nueva capacidad de obtener excedente en relación a las necesidades reales de la comunidad, lo que Marx llamaba plus-productos. El excedente de productos genero la apropiación de estos por algunos miembros de la comunidad, principalmente los poseedores de un mayor conocimiento (y hasta aquí conocimiento corresponde con un conocimiento de las costumbres de la tribu, una tradición y verdadera sabiduría con respecto a la naturaleza) y la capacidad física. Aquí empieza la corrupción del poder. El conocimiento y la capacidad física se tradujeron en poder de apropiación del excedente, y la procuración de la propiedad privada, a través de lo que Marx identifico como "poder intelectual" y "poder físico". Capacidad de apropiación por otros medios, por el hombre: surgimiento de las sociedades divididas en palabras de Clastres.
Mi intento aquí no es hacer una reconstrucción histórica del desencadenamiento de poder en sus formas capitalisticas, sino apuntar al surgimiento del pensamiento histórico como necesidad de reconstruccion imaginaria del desastre capitalista.

Con el surgimiento de las primeras sociedades y sus lacras capitalistas derivas del menester de la propiedad privada, las sociedades divididas, surgen los desastres de la guerra capitalista, y ciertamente la guerra de clases. Platón es el símbolo del surgimiento de las utopías capitalistas. El intento de solucionar los problemas de los órdenes naturales, sociedades perfectamente organizadas, el dominio de la historia por el espíritu. Las primeras utopías eran ciudades: organización de una estructura perfecta en armonía. Por eso pensamos la historia, intentamos robársela al caos. El materialismo histórico posee el valor de plantear una utopia del poder que constituye la sociedad, la utopia de los trabajadores. Hacia donde debe marchar la historia. Es rico en esperanza y ciencia. El materialismo histórico fue componente fundamental en el terreno de las ideas, en la guerra moderna por el vacío de poder, la conquista de lo imaginario, el pasaje a la tierra de la hierba, la conciliación del cielo y el infierno, Dios mismo, el mito revolucionario de Sorel, la alternativa a las pesadillas de Orwell y Hurxley. Utopia o distopia capitalista. El problema del pensamiento utópico en nuestras sociedades actuales reside más en el intento por monopolizar el conocimiento. Por esto Feyerabend reclama defender a las sociedades de las sociedades científicas, porque el conocimiento es poder, es un saber-poder. La ruptura postmoderna con las utopías modernas se produce después de las guerras mundiales del hombre. El desastre de las ciencias humanas políticas y sociales fue el anarquismo ontologico de la ruptura del hombre con el Estado y las masas. La lucha por la diferencia: Hippismo, Punk, movimiento contra la guerra, Paris y mayo del 68', Latinoamérica revolucionaria, la pesadilla del gusano Hungtinton "los excesos de la democracia" en Estados Unidos: lucha por los derechos civiles, raciales, feministas, existencialismo, desconfianza hacia los partidos de masas, revoluciones culturales en todos los ámbitos. Con el triunfo de la diferencia se marca la ruptura definitiva con las viejas utopías modernas de lo universal. Nunca mas una ideología totalizante podría hacer converger a la civilización y convencerla de civilizarse, todas podrán ser falseadas. Pero ojo, este no es un llamamiento a abandonar las utopías. Al contrario solo es un antecedente más en nuestras manos. Mas que un triste funeral representa la posibilidad de la diferencia, lo singular. Romper con las utopías significo dejar de teorizar la solución perfecta y llevar manos a la obra. Los diversos grupos sociales hoy pueden reclamar su territorialidad real e imaginaria, cada individuo su materialismo histórico. No debemos abandonar las utopías, lo que debemos dejar es la pretensión de universalidad por la fuerza, es decir debemos construirla colectivamente, sabiendo que esto significa tomar lo justo y necesario, depositar las utopías a nuestra cotidianidad. No se puede construir un mundo mejor con los viejos fantasmas del materialismo histórico, pues ya rompimos con el destino: podemos pensar nuestro propio destino, porque realmente lo construimos día a día. Es lo único que tenemos realmente, por eso necesitamos una comprensión de nuestra historia, porque de ella se deriva nuestra energía utópica. Esto significa además comprender que nuestra imaginación y recuerdos están conectados con una experiencia, es decir, que existimos mas allá de lo que nuestros sentidos permiten. La red, la matriz.

Con la fragmentación del conocimiento surgió una nueva posibilidad, ya nunca mas objetividad mas que para nosotros mismos. La decadencia del estado-nación permite la construcción de redes más allá del imperio de la ley. Sin embargo la reacción capitalista a la sociedad civil activa, significo la reconstrucción de un capitalismo que ya no apela a una objetivación de la historia. Los grandes burgueses se contentaron con la repartición del poder, crearon nuevas reglas para su propia lucha de clases: el libre mercado. Producción del imaginario social. El Consenso de la mano invisible. Abandonaron sus propias utopías personales imperialistas para embarcarse todos en el proyecto del imperio, del nuevo orden mundial. Conciencia de clase burguesa. Mientras las diversas clases explotadoras se unieron a través de la nueva contractualidad, las clases precarias organizadas en red comprendieron que la única salida era pelear por su propia territorialidad: incluso muchas células marxistas en la actualidad optaron por formas de organización descentralizada, control territorial, organización inteligente del trabajo y cooperación, organización en red.

Esta nueva posibilidad genera nuevas condiciones de guerra social, el capitalismo prepara y tecnologiza sus nuevos mecanismos: Los medios de comunicación, la televisión primordialmente. Mas que "reproductora" de lo real, "productora" de realidad. Maquina productiva de utopías, sueños, apelando al valor subjetivo, complejo de inferioridad, múltiples sociedades deseables, captura de la imaginación y control del futuro. Por esto reclamo un materialismo histórico de la vida cotidiana: reconstruyamos la utopia cotidianamente, en nuestro valor propio, pero basándonos en nuestra propia historia y experiencias. Las maquinas productivas de la necesidad capitalista están ahí para hacernos desear cosas que no necesitamos realmente, con deseos que nos trascienden y utopías que dejan de serlo al mejor postor, a los que pueden demandarlo. En este sentido el Estado es la prostituta preferida del capital financiero. Si la población no tiene dinero para consumir, el Estado facilitara el placer a través de bonos de clase media y pobre, al tiempo que precariza la vida del trabajador. Analogía de la conquista española en Latinoamérica: nos cambian vidrio por "oro", nuestra capacidad de imaginar. Mi única moral, como pensaba Stirner: los individuos no deben dejarse poseer por objetos que trasciendan su existencia. No pido que no creamos en las utopías, pero creémosla desde nuestra vida cotidiana, una utopia práctica, no una que nos sirva para enmarcarla y colgarla de cuadro: un materialismo histórico de nuestra vida cotidiana.

Más allá del pavimento, la bestia. (Stephen Grasso)



El término dérive, o “deriva” fue acuñado por primera vez por la Internacional Situacionista, refiriéndose a largas caminatas sin objetivo alrededor de sus pueblos y ciudades, reimaginando las torres residenciales, cenotafios y fuentes públicas como si se tratara de castillos de sabiduría, púas susurrantes y estanques de la eterna juventud. El propósito de la deriva era ver belleza en el paisaje urbano y conquistar la tiranía de la planificación austera y opresiva, a través del poder transformador de la imaginación. A través de la técnica de la deriva, los situacionistas podían cambiar radicalmente su experiencia de la ciudad y convertir espacios grises urbanos decadentes en paisajes mágicos de maravilla y encanto sin límites. Aun así, quizá detuvieron demasiado pronto el ejercicio, en lugar de llevarlo a su conclusión lógica.

Una vez has pelado la cáscara de grisez urbana del mundo y descubierto un mundo mágico lleno de espíritus, la siguiente fase es ver lo que puedes hacer con ese mundo, cómo puedes hablar con estos espíritus y averiguar qué podrían hacer por tí. La técnica de la deriva no sólo revela magia, sino que es un proceso de vínculo con ella. Tiene muchas aplicaciones distintas, y puede usarse en variedad de contextos. Puede usarse como un método de comuniacción directa con el “genus loci” o espíritu de un lugar en particular o de un área geográfica más ámplia, o como forma de diálogo con cualquier entidad con la que estés trabajando. Puede servir como un método de recoger potentes ingredientes y materiales para rituales, o para buscar respuestas a cuestiones adivinatorias. Las aplicaciones prácticas de la deriva son numerosas, y el mago imaginativo descubrirá sin duda muchas más. Puede llevarse a cabo practicamente en cualquier sitio y momento; así, es ideal para esas situaciones en las que no estás preparado y quieres improvisar alguna forma de magia poderosa.

Los mecanismos de la deriva son sencillos. Estás intentando caminar entre mundos y traer algo útil. Es en esencia un viaje chamánico que tiene lugar en tiempo real, como el opuesto al concepto de viaje interno (como los trances de percusión de tribus indígenas como los jíbaros). La deriva te fuerza fuera de tu cómodo templo con calefacción central y te pone en el mundo como muy pocas prácticas en lo oculto. Saca tu magia al mundo, en un sentido muy real y muy físico.

Una deriva puede empezar de muchas maneras, dependiendo de la situación y el intento. A veces las derivas pueden ser espontáneas. Si has internalizado la práctica lo suficiente, no es raro verte arrojado a una deriva chamánica virtualmente en cualquier momento. Salir a por un brik de leche, volver a casa desde el pub o ir de tiendas pueden transformarse a menudo en magia fuerte de un minuto al otro. La deriva espontánea puede afilar tu sensibilidad y adapatabilidad a un grado muy alto, pero para obtener los mejores resultados, tienes que ser capaz de recibir y filtrar “información” de forma efectiva. La deriva es una práctica oculta de alto riesgo en lo que respecta a tu salud mental, ya que favorece un nivel de apertura a la comunicación espiritual que puede dar miedo. Antes de que te des cuenta, eres ese tipo loco que habla con cosas invisibles por la calle y busca en las papeleras secretos ocultos. Esto va bastante unido a esta forma de trabajar, así que para empezar, es bastante útil aprender un método de activarlo y desactivarlo.

Es importante recordar que lo que estás haciendo es intentando “caminar entre mundos”, con el énfasis en la palabra “entre”. Es relativamente fácil acabar en caída libre con esta práctica y convertirte rapidamente en un paranoico lunático, pero no es lo que se pretende. Es tu habilidad como hechicero lo que te permite navegar con seguridad las áreas más salvajes de la consciencia y traer algo útil de vuelta. Para conseguir asentar la práctica de la deriva, has de desarrollar suficiente capacidad a la hora de mediar entre tu existencia normal del día a día y la experiencia hiper-real chamánica.

Para empezar la deriva, es buena idea buscar un lugar adecuado; un punto físico de acceso que te permitirá entrar en la realidad chamánica y regresar cuando el trabajo esté acabado. El punto más inmediato y accesible hacia la realidad chamánica es, por supuesto, el cruce de caminos. Cualquier lugar habitado tendrá un cruce de caminos con uno u otro aspecto bastante cerca, y el cruce de caminos es el símbolo supremo de la intercesión entre los mundos. Sin embargo, cualquier trabajo relacionado con los cruces de caminos cae dentro del territorio de diversos Dioses, Diosas, Santos, Espíritus y Misterios asociados con ellos. Necesitas pedirles permiso antes de que puedas atravesar el umbral. Esto es más sencillo de conseguir si ya mantienes alguna relación con una o más de estas entidades. El modus operandi genérico sería hacerles ofrendas adecuadas y preguntar si abrirán la puerta para tí, permitiéndote atravesarla y conseguir el intento de tu deriva. Deberías buscar su bendición para tu viaje y pedirles que se aseguren de que vuelves sano y salvo.

Los misterios de los cruces de caminos son esenciales para operar con esto; es posible aun así empezar un viaje chamánico con un estilo más libre, utilizando un cruce físico como una puerta, un arco, un callejón estrecho o una ruta que simbólicamente sea similar, ya que estas estructuras aún caerían bajo el dominio del “cruce de caminos” a un nivel esotérico. Es decir, si la operación al completo se lleva a cabo bajo los auspicios específicos de una entidad propia de un cruce de caminos, tanto con su permiso como con su implicación, es bastante probable que obtengas resultados mucho mejores. Una vez se han llevado a cabo las ofrendas y se ha recibido permiso, puedes comenzar la deriva. Atraviesa el arco/puerta/etcétera de tu lugar de partida o sal de la encrucijada por algún camino distinto al que llegaste. Ahora estás entrando en la realidad chamánica.

En las primeras etapas de la deriva deberías empezar a conectar con tu entorno. Presta atención a lo que está sucediendo alrededor e intenta leer el lenguaje de la ciudad, o del lugar en el que estés. Busca graffitis extraños, titulares en periódicos viejos, palabras extrañas o frases que salten sobre tí desde lo que en otro caso serían orígenes inocuos, etcétera. Presta atención a los trozos de conversación que escuches, a las letras de las canciones que surjan de las radios de los coches, o a los anuncios de las estaciones de trenes. Estás buscando un signo o una señal que pueda ser interpretada en relación a tu intento, tu intención en el viaje. No intentes forzarlo o fabricar algo que coincida, relájate en la deriva y espera que algo surja por sí mismo. El proceso de la deriva es un diálogo en dos sentidos con los espíritus. Quizá tengas que ser paciente, pero lo sabrás cuando estés sobre la pista correcta.

El primer trozo de información que atraviese hasta tí bien responderá tu pregunta, bien te enviará a la siguiente etapa en tu viaje. A veces las derivas pueden resolverse muy rápido; por ejemplo, minutos después de dejar el punto de acceso, ves un trozo aleatorio de arte callejero que responde a tu pregunta en términis inequívocos. Si esto sucede, sólo tienes que volver al cruce de caminos, agradecer a los espíritus y pedirles que cierren la puerta para tí. A veces es así de simple. Sin embargo, a menudo la primera señal que recibirás te enviará a algún otro lugar, o sólo te contará parte de la historia, de forma que continúes y busques más pistas.

Puedes llegar a cierto punto en el que tengas la sensación de estar siguiendo un hilo simbólico a través de la ciudad. Cada signo que recibes te lleva un poco más allá hacia tu destino y la realización de tu intento. A veces puede que pierdas el hilo por completo y te encuentres sin tener ni idea de adonde ir. Si esto sucede, relájate e intenta “conectar” de nuevo, retomando el hilo para seguir el rastro correcto. Ocasionalmente los espíritus te arrojarán alguna pista un tanto retorcida; por ejemplo, puede que encuentres un fragmento de mapa que sugiera con fuerza que has de coger un autobús hasta el otro lado de la ciudad para acabar tu búsqueda. O podrías verte en un viaje elaborado y agotador a través de la ciudad, para acabar viendo que lo que buscabas se encontraba enfrente de la puerta de tu edificio. En una deriva, puede pasar cualquier cosa. Estás entrando en una zona de potencial aumentado, y debes estar preparado para cualquier resolución.

Uno de los mayores obstáculos para que una deriva tenga éxito es tu consciencia de tí mismo. El mensaje de la deriva podría dictarte claramente que debes hacer algo que parte de tí rechaza. Podría pedírsete que robaras algo que destaca de un lugar público, o que te comportes de una forma realmente inusual en un lugar extremadamente inapropiado. A menudo, todo lo que se puede hacer en circunstancias como esta es ir más allá de lo que tu condicionamiento social te limita y… tener fé en el nombre de la magia. Es sorprendente hasta que punto puedes hacer cosas en público sin que nadie reaccione, especialmente en las grandes ciudades.

La deriva puede resultar a veces un trabajo duro, y si no consigues superar esos momentos de “qué coño estoy haciendo”, no estarás metiéndote por completo en el proceso. Una técnica psicológica útil para librarte de tu propia vergüenza o consciencia de tí, es poner a un lado el intento de la deriva por un momento y considerarla sencillamente como un ejercicio abstracto en decondicionamiento.

Si te ves dudando sobre alguna acción inofensiva pero extremadamente peculiar, como coger un viejo zapato a plena luz del día y ponértelo en lugar de uno de los tuyos, o coger algun objeto extrañamente resonante del centro de un lugar lleno de gente, entonces has descubierto sin advertirlo algo muy interesante sobre tí. Has descubierto uno de los muros de tu personalidad, algo que pone límites en lo que consideras personalmente como un comportamiento aceptable en público. ¿Qué está haciendo ahí? ¿A qué propósito sirve? Mira de cerca a las respuestas emocionales que has generado y mira lo que puedes descubrir sobre tí mismo. El proceso de intentar moverte más allá de una de estas pequeñas barreras para adquirir un objeto de poder podría considerarse por derecho propio un poderoso acto chamánico.

Uno de los aspectos más difíciles y complejos de esta forma de trabajo consiste en saber encontrar el equilibrio adecuado entre dejarte llevar y tejer lo que sucede en tu camino hacia el objetivo final. Tan fácil es ser distraído por fenómenos tangenciales y olvidar por qué estabas haciendo la deriva, como estar tan centrado en tu intento que pases de largo con el material importante. Encontrar el equilibrio adecuado es algo que sólo viene de la práctica y la experiencia; no seas demasiado duro contigo mismo al principio. Ve allá donde te lleve la deriva, pero siempre mantén en mente las razones por las que te embarcaste en este viaje. Si sientes que te estás desviando demasiado del camino, no temas guiarte con suavidad de vuelta. Si atraviesa hasta tí algún material tangencial o extraño que parezca no tener relación con tu objetivo, puedes tomar nota para investigarlo otro día; puede que se necesite otra deriva para descubrir sus misterios.

Para contextualizar esto un poco, aquí planteo unos pocos ejemplos prácticos sobre situaciones en las que se puede usar la deriva. El método es ideal para trabajos adivinatorios, en particular si necesitas obtener una respuesta rápida a alguna cuestión importante pero no tienes acceso a parafernalia como cartas de tarot o piedras rúnicas. Puedes usar una breve deriva adivinatoria en un descanso para comer, o de vuelta a casa desde el trabajo, o en cualquier situación en la que necesites obtener información en poco tiempo a través de métodos no-ordinarios. Requiere poco en cuanto a preparar y planear; visita el cruce de caminos, haz tus ofrendas, plantea la pregunta y ve a ver qué respuesta viene.

Una práctica relacionada de obtención de información es la adivinación subterránea, que puede llevarse a cabo en cualquier ciudad que tenga metro. Empieza la deriva cerca de la entrada a la estación y visualiza literalmente tu descenso al metro como un viaje chamánico al mundo que reside bajo la superficie buscando conocimientos escondidos. Estás descendiendo a un paisaje extraterrestre con paredes de azulejos blancos, ásperas luces fluorescentes y gusanos de metal que se arrastran a través de la tierra portando humanos semiconscientes. Cabalga las líneas hasta que encuentres la respuesta que buscas. Habla con sus ciudadanos, lee sus paredes, escucha sus voces e intenta entender su lenguaje. Puede que quieras ofrecer tu pago a algún vagabundo subterráneo como pago por la información que recibas.

También puede usarse la deriva si necesitas llevar a cabo alguna hechicería espontánea y no tienes acceso a las herramientas o al templo que uses habitualmente. Empezarías la deriva de la forma habitual pidiendo ser guiado para obtener ingredientes para acumular en alguna bolsa de componentes u otro objeto fetiche, que en un aprieto podría construirse con papel o similar atado con una goma elástica, con una bolsa de supermercado… caminas por las calles hasta que encuentras una serie de elementos específicos para la bolsa, los cuales deberían tener alguna correlación con tu intento. Los ingredientes podrían ser cualquier cosa, desde plantas que te llamen la atención y crezcan entre las piedras del pavimento, a sígiles derivados de graffitis en las paredes, a cualquier cosa que sientas que es adecuada o se te manifieste de alguna forma extraña. Cuanto más a menudo trabajes con la deriva, se te dará mejor reconocer y adquirir lo que necesitas.

Después de un tiempo, puede que te veas a tí mismo incluso desarrollando algún “lenguaje” de ingredientes para utilizar en un trabajo de esta naturaleza. Como siempre, resiste la tentación de hacer alguna lista arbitraria de correspondencias estéticamente placenteras. Los ingredientes deberían serte revelados a través del proceso chamánico en vivo de la propia deriva. Si quieres está bien montarte un sistema simbólico una tarde con una taza de té y galletitas, pero es un atajo que hace que no estés implicándote por completo con lo que llamaríamos la realidad chamánica. Las correspondencias pueden inventarse después del hecho; deben serte reveladas directamente por los espíritus, durante la deriva y en el momento. Eso es lo que les da poder y significado. Si evitas toda esa parte y decides que, por ejemplo, las colillas representan la concha del alma humana, estás quitando toda la magia que pueda tener el proceso. La magia sucede en territorios salvajes e impredecibles fuera del ego individual, y no puedes acercarte de ninguna forma a esos lugares si no relajas el control y dejas que el material emerja por sí mismo.

Una vez has hecho tu deriva por ingredientes y están en tu bolsa de componentes, puede que quieras buscar un lugar apropiado para cargarla. Si aún no estás familiarizado con la psicogeografía de un lugar, deja que la deriva te guíe al sitio adecuado. Puedes hacer ofrendas a los espíritus asociados a ese sitio en particular, o a los Dioses o Diosas con los que trabajes regularmente, y pedirles que den poder a la bolsa por tí. Esto podría requerir dejarla escondida en algún sitio en particular, y volver después de un determinado periodo de tiempo a recogerla. O podría significar caminar en el sentido opuesto a las agujas del reloj alrededor de una estatua o un edificio siete o nueve veces con la bolsa en tu mano. O cualquier otra cosa. Habla con los espíritus, escucha lo que tengan que decir, y no hagas tratos que no estés dispuesto a cumplir.

Si planeas trabajar regularmente con el método de la deriva, deberías acabar por familiarizarte de alguna manera con el paisaje oculto de la ciudad donde vives. Intenta aprender lo que puedas sobre la historia local, mira mapas viejos de la zona, invierte mucho tiempo derivando y aprende el paisaje, el entorno y sus ecosistemas por dentro y por fuera. Podría haber alguna vieja encrucijada, o piedras o viejos árboles, bellos ríos, hospitales escalofriantes, pozos de los deseos, castillos encantados o poderosos garitos nocturnos en tu ciudad. Pon atención con lo que sucede en estos lugares. Visítalos a menudo habla con los espíritus que los habitan y busca hacerte su aliado.

Acepta la responsabilidad sobre el lugar donde vives y operas. Juega el papel del hechicero local en tu zona. Hazte amigo de los poderes que haya e intenta tender relaciones de beneficio mutuo con ellos. Escucha lo que quieren de tí y mantén siempre tu parte del trato. Siempre hay sacrificio, y no se obtiene nada por nada. Si pruebas que estás dispuesto a implicarte en preocupaciones de tu ciudad, será más fácil que cooperen contigo. Descubre qué tratos están preparados los fantasmas y espíritus de tu ciudad para hacer contigo, y qué regalos podrían proporcionarte.

No hay libro de reglas ni guías paso a paso para este tipo de juego-trabajo, se trata todo de relaciones personales e interacción directa. Todo lo que puede darse son pistas y apuntes basados en la experiencia. Esta guía se ha escrito principalmente desde la perspectiva del hechicero urbano, pero sus principios pueden aplicarse facilmente a un entorno rural o a cualquiera que sea en el que el hechicero viva. Si vives fuera de la ciudad, puede que encuentres que la información emerge a través de fenómenos como el vuelo de pájaros, la disposición de unas ramitas en la tierra, la forma que toman las nubes, las figuras formadas por maderas flotando en la playa, y muchos otros factores ambientales,… prueba experimentar en distintas localizaciones, para ver qué sucede.

Traducción de Decondicionamiento.org
http://www.decondicionamiento.org

domingo, 17 de enero de 2010

Los destructores de máquinas. In memoriam (Christian Ferrer)




El código sangriento

Desde muy antiguo la horca ha sido un castigo ignominioso. Si se medita sobre su familiaridad estructural con la picota comprendemos porqué está ubicada en el escalón mas alto reservado a la denigración de una persona. A ella solo accedían los bajos estratos sociales delincuentes o refractarios: a quien no plegaba las rodillas se le doblaba la cerviz por la fuerza.

Algunos ajusticiados famosos de la época moderna fueron mártires: a Parsons, Spies y a sus compañeros de patíbulo los recordamos tenuemente cada 1 de mayo. Pero pocos recuerdan el nombre de James Towle, quien en 1816 fue el último “destructor de máquinas” a quien se le quebró la nuca. Cayó por el pozo de la horca gritando un himno luddita hasta que sus cuerdas vocales se cerraron en un solo nudo. Un cortejo fúnebre de tres mil personas entonó el final del himno en su lugar, a capella. Tres años antes, en catorce cadalsos alineados se habían balanceado otros tantos acusados de practicar el “luddismo”, apodo de un nuevo crimen recientemente legalizado.

Por aquel tiempo existían decenas de delitos tipificados cuyos autores entraban al reino de los cielos pasando por el ojo de una soga. Por asesinato, por adulterio, por robo, por blasfemia, por disidencia política, muchos eran los actos por los cuales podía perderse el hilo de la vida. En 1830 a un niño de solo nueve años se le ahorcó por haber robado unas tizas de colores, y así hasta 1870 cuando un decreto humanitario acomodó todos los delitos en solo cuatro categorías. A las duras leyes que a todos contemplaban se la conoció como “The Bloody Code”.

Pero el luddismo se constituyó en un insólito delito capital: desde 1812, maltratar una máquina en Inglaterra costaría el pellejo. En verdad pocos recuerdan a los “ludds”, título con el que se reconocían entre ellos. De vez en cuando, estampas de aquella sublevación popular que se hiciera famosa a causa de la destrucción de máquinas han sido retomadas por tecnócratas neoliberales o por historiadores progresistas y exhibidas como muestra ejemplar del absurdo político: “reivindicaciones reaccionarias”, “etapa artesanal de la conciencia laboralista”, “revuelta obrera textil empañada por tintes campesinos”. En fin, nada que se acerque a la verdad. Unos y otros se han repartido en partes alícuotas la condena del movimiento luddita, rechazo que en el primer caso es interesado y en el segundo fruto de la ignorancia y el prejuicio. La imagen que a diestra y siniestra se cuenta de los ludditas es la de una tumultuosa horda simiesca de seudocampesinos iracundos que golpean y aplastan las flores de hierro donde liban las abejas del progreso. En suma: el cartel rutero que señala el linde de la última rebelión medieval. Allá, una paleontología; aquí un bestiario.

Ned Ludd, fantasma

Todo comenzó un 12 de abril de 1811. Durante la noche, trescientos cincuenta hombres, mujeres y niños arremetieron contra una fábrica de hilados de Nottinghamshire destruyendo los grandes telares a golpes de maza y prendiendo fuego a las instalaciones. Lo que allí ocurrió pronto sería folclore popular. La fábrica pertenecía William Cartwright, fabricante de hilados de mala calidad pero pertrechado de nueva maquinaria.

La fábrica, en sí misma, era por aquellos años un hongo nuevo en el paisaje: lo habitual era el trabajo cumplido en pequeños talleres. Otros setenta telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos de las cercanías. El incendio y el haz de mazas se desplazó luego hacia los condados vecinos de Derby, Lancashire y York, corazón de la Inglaterra de principios del siglo XIX y centro de gravead de la Revolución Industrial.

El reguero que había partido del pueblo de Arnold se expandió sin control por el centro de Inglaterra durante dos años perseguido por un ejército de diez mil soldados al mando del General Thomas Maitland.

¿Diez mil soldados? Wellington mandaba sobre bastantes menos cuando inició sus movimientos contra Napoleón desde Portugal. ¿Más que contra Francia? Tiene sentido: Francia estaba en el aire de la inmediaciones y de las intimidaciones; pero no era la Francia Napoleónica el fantasma que recorría la corte inglesa, sino la Asamblearia. Sólo un cuarto de siglo había corrido desde el Año I de la Revolución. Diez mil. El número es índice de lo muy difícil que fue acabar con los ludditas. Quizás porque los miembros del movimiento se confundían con la comunidad. En un doble sentido: contaban con el apoyo de la población, eran la población. Maitland y sus soldados buscaron desesperadamente a Ned Ludd, su líder. Pero no lo encontraron. Jamás podrían haberlo encontrado, porque Ned Ludd nunca existió: fue un nombre propio pergeñado por los pobladores para despistar a Maitland. Otros líderes que firmaron cartas burlona, amenazantes o peticiones se apellidaban “Mr. Pistol”, “Lady Ludd”, “Peter Plush” (felpa), “General Justice”, “No King”, “King Ludd” y “Joe Firebrand” (el incendiario). Algún remitente aclaraba que el sello de correos había sido estampado en los cercanos “Bosques de Sherwood”. Una mitología incipiente se superponía a otra más antigua. Los hombres de Maitland se vieron obligados a recurrir a espías, agentes provocadores e infiltrados, que hasta entonces constituían un recurso poco esencial de la logística utilizada en casos de guerra exterior. He aquí una reorganización temprana de la fuerza policial, a la cual ahora llamamos “inteligencia”.

Si a los acontecimientos que lograron tener en vilo al país y al Parlamento los devoró el incinerador de la historia, es justamente porque el objetivo de los ludditas no era político sino social y moral: no querían el poder sino poder desviar la dinámica de la industrialización acelerada. Una ambición imposible.

Apenas quedaron testimonios: algunas canciones, actas de juicios, informes de autoridades militares o de espías, noticias periodísticas, 100.000 libras de pérdidas, una sesión del Parlamento dedicada a ellos, poco más. Y los hechos: dos años de lucha social violenta, mil cien máquinas destruidas, un ejército enviado a “pacificar” las regiones sublevadas, cinco o seis fábricas quemadas, quince ludditas muertos, trece confinados en Australia, otros catorce ahorcados ante las murallas del Castillo de York, y algunos coletazos finales.

¿Por qué sabemos tan poco sobre las intenciones ludditas y sobre su organización? La propia fantasmagoría de Ned Ludd lo explica: aquella fue una sublevación sin líderes, sin organización centralizada, sin libros capitales y con un objetivo quimérico: discutir de igual a igual con los nuevos industriales. Pero ninguna sublevación “espontánea”, ninguna huelga “salvaje”, ningún “estallido” de violencia popular salta de una chistera. Lleva años de incubación, generaciones transmitiéndose una herencia de maltrato, poblaciones enteras macerando conocimientos de resistencia: a veces, siglos enteros se vierten en un solo día. La espoleta, generalmente, la activa el adversario. Hacia 1810, el alza de precios, la pérdida de mercados a causa de la guerra y un complot de los nuevos industriales y de los distribuidores de productos textiles de Londres para no adquirir mercadería a los talleres de la pequeñas aldeas textiles, encendió la mecha. Por otra parte, las reuniones políticas y la libertad de letra impresa habían sido prohibidas con la excusa de la guerra contra Napoleón y la ley prohibía emigrar a los tejedores, aunque se estuvieran muriendo de hambre: Inglaterra no debía entregar su expertise al mundo.

Los ludditas inventaron una logística de urgencia que abarcaba un sistema de delegados y correos humanos recorriendo los cuatro condados; juramentos secretos de lealtad, técnicas de camuflaje, centinelas, organizadores de robo de armas en el campamento enemigo, pintadas en las paredes… Además descollaron en el viejo arte de componer canciones de guerra, a los cuales llamaban himnos. En uno de los pocos que han sido recopilados puede escucharse: “Ella tiene un brazo/ y aunque solo tiene uno/ hay magia en ese brazo único/ que crucifica a millones/ Destruyamos al Rey Vapor, el Salvaje Moloch”, y en otra: “Noche tras noche, cuando todo está quieto/ y la luna ya ha cruzado la colina/ marchamos a hacer nuestra voluntad/¡Con hacha, pica y fusil!”. Las mazas que utilizaban los ludditas provenían de la fábrica Enoch. Por eso cantaban “La gran Enoch irá al frente/ Deténgala quien se atreva, deténgala quien pueda/ Adelante los hombre gallardos/ ¡Con hacha, pica y fusil!

La imagen de la maza trascenderá la breve epopeya luddita. En la iconología anarquista de principios de siglo, hércules sindicalizados suelen estar a punto de aplastar con una gran maza, no ya máquinas, sino el sistema fabril entero. Todos estos blues de la técnica no deben hacer perder de vista que las autoridades no solo querían aplastar la sublevación popular, también buscaban impedir la organización de sectas obreras, en una época en la cual solamente los industriales estaban unidos. Carbonarios, conjurados, la Mano Negra de Cádiz, sindicalistas revolucionarios: en el siglo pasado la horca fue la horma para muchas intentonas sediciosas.

“Juego Limpio”

Ya nadie recuerda lo que significaron en otro tiempo las palabras “precio justo” o “renta decorosa”. Entonces, como ahora, una estrategia de recambio y aceleración tecnológicas y de realineamiento forzado de las poblaciones retorcía los paisajes. Roma se construyó en siete siglos, Manchester y Liverpool en solo veinte años. Más adelante, en Asia y África se implantarían enclaves en solo dos semanas. Nadie estaba preparado para semejante cambio de escala.

La mano invisible del mercado es tactilidad distinta del trato pactado en mercados populares. El ingreso inconsulto de nueva maquinaria, la evicción semiobligada de las aldeas y su concentración en nuevas ciudades fabriles, la extensión del principio del lucro indiscriminado y el violento descentramiento de las costumbres fueron caldo de cultivo de la rebelión. Pero el lugar común no existió: los ludditas no renegaban de toda la tecnología, sino de aquella que representaba un daño moral al común; y su violencia estuvo dirigida no contra las máquinas en sí mismas (obvio: no rompían sus propias y bastante complejas máquinas) sino contra los símbolos de la nueva economía política triunfante (concentración en fábricas urbana, maquinaria imposible de adquirir y administrar por las comunidades). Y de todos modos, ni siquiera inventaron la técnica que los hizo famosos: destruir máquinas y atacar la casa del patrón eran tácticas habituales para forzar un aumento de salarios desde hacía cien años al menos. Muy pronto se sabrá que los nuevos engranajes podían ser aferrados por trabajadores cuyas manos eran inexpertas y sus bolsillos estaban vacíos. La violencia fue contra las máquinas, pero la sangre corrió primero por cuenta de los fabricantes. En verdad, lo que alarmó de la actividad luddita fue su nueva modalidad simbólica de la violencia. De modo que una consecuencia inevitable de la rebelión fue un mayor ensamblaje entre grandes industriales y administración estatal: es un pacto que ya no se quebrantará.

Los ludditas aun nos hacen pregutnas: ¿Hay límites? ¿Es posible oponerse a la introducción de maquinaria o de procesos laborales cuando estos son dañinos para la comunidad? ¿Importan las consecuencias sociales de la violencia técnica? ¿Existe un espacio de audición para las opiniones comunitarias? ¿Se pueden discutir las nuevas tecnologías de la “globalización” sobre supuestos morales y no solamente sobre consideraciones estadísticas y planificadoras? ¿La novedad y la velocidad operacional son valores? A nadie escapará la actualidad de los temas. Están entre nosotros.

El luddismo percibió agudamente el inicio de la era de la técnica, por eso plantearon el “tema de la maquinaria”, que es menos una cuestión técnica que política y moral. Entonces, los fabricantes y los squires terratenientes acusaban a los ludditas del crimen de Jacobinismo, hoy los tecnócratas acusan a los críticos del sistema fabril de nostálgicos. Pero los Ludds sabían que no se estaban enfrentando solamente a codiciosos fabricantes de tejidos sino a la vigencia técnica de la fábrica. Futuro anterior: pensaron la modernidad tecnológica por adelantado.

Epílogos

El 27 de febrero de 1812 fue un día memorable para la historia del capitalismo. También para la crónica de las batallas perdidas.

Los pobres violentos son tema parlamentario: habitualmente el temario los contempla únicamente cuando se refrendan y limitan conquistas ya conseguidas de hecho, o cuando se liman algunas aristas excesivas de duros paquetes presupuestarios, pero aun más rutinariamente cuando se debaten medidas ejemplares. Ese día Lord Byron ingresa al Parlamento por primera y última vez.

Desde Guy Fawkes, quien se empeñó en volar por los aires la Cámara de los Lores, nadie se había atrevido a presentarse con la intención de contradecirles. Durante la sesión, presidida por el Primer Ministro Perceval, se discute la pertinencia del agregado de un inciso faltante de la pena capital, a la cual se conocerá como “Framebreaking bill”: la pena de muerte por romper una máquina. Es Lords vs Ludds: cien contra uno.

Por aquel entonces Byron trabajaba intensamente en su poema Childe Harold, pero se hizo de un tiempo para visitar las zonas sediciosas a fin de tener una idea propia de la situación. El proyecto de ley ya había sido aprobado en la Cámara de los Comunes. El futuro primer ministro William Lamb (Guillermo Oveja) votó a favor no sin aconsejar al resto de sus pares hacer los mismo pues “el miedo a la muerte tiene una influencia poderosa sobre la mente humana”. Lord Byron intenta una defensa admirable pero inútil. En un pasaje de sus discurso, al tiempo que trata a los soldados como un ejército de ocupación, expone el rechazo que había generado entre la población.

“¡Marchas y contramarchas! ¡De Nottingham a Bulwell, de Bulwell a Banford, de Banford a Mansfield! Y cuando al fin los destacamentos llegaban a destino, con todo el orgullo, la pompa y la intendencia propia de una guerra gloriosa, era tan solo para contemplar los hechos consumados, para dar fe de la fuga de los responsables, para recoger fragmentos de máquinas rotas y para volver a sus campamentos entre la mofa de las viejas y el abucheo de los niños”.

Y agrega una súplica. “¿Es que no hay ya suficiente sangre en vuestro código legal de modo que sea preciso derramar aún más para que ascienda al cielo y testifique contra ustedes? ¿Y cómo se hará cumplir esta ley? ¿Se colocará una horca en cada pueblo y de cada hombre se hará un espantapájaros?”. Pero nadie lo apoya. Byron se decide a publicar en un periódico un peligroso poema en cuyos últimos versos se leía:

“Algunos vecinos pensaron, sin duda, que era chocante,

Cuando el hambre clama y la pobreza gime,

Que la vida se valore menos aún que una mercancía

Y la rotura de un aparato (frame) conduzca a quebrar los huesos.

Si así demostrara ser, espero, por esa señal

(Y quien rehusaría participar de esta esperanza)

Que los esqueletos (frames) de los tontos sean los primeros en ser rotos.

Quienes, cuando se les pregunta por un remedio, recomiendan una soga.

Quizás Lord Byron sintió simpatía por los ludditas o quizás –dandy a fin y al cabo- detestaban la codicia de los comerciantes, pero seguramente no llegó a darse cuenta de que la nueva ley representaba, en verdad, el parto simbólico del capitalismo. El resto de su vida la pasará en el Continente. Un poco antes de abandonar Inglaterra publica un verso ocasional en cuyo colofón se leía “Down with all the kings but King Ludd”.

En enero de 1813 se cuelga a George Mellor, uno de los pocos capitanes ludditas que fueron agarrados y, unos pocos meses después, es el turno de otros catorce que habían atacado la propiedad de Joseph Ratcliffe, un poderoso industrial. No había antecedentes en Inglaterra de que tantos hubieran sido hospedados por la horca en un solo día. También este número es un índice. El gobierno había ofrecido recompensas suculentas en sus pueblos de origen a cambio de información incriminatoria, pero todos los aldeanos que se presentaron a por la retribución dieron información falsa y usaron el dinero para pagar la defensa de los acusados. No obstante, la posibilidad de un juicio justo estaba fuera de cuestión, a pesar de las endebles pruebas en su contra. Los catorce ajusticiados frente a los muros de York se encaminaron hacia su hora suprema entonando un himno religiosos (Behold the Savior of Mankind). La mayoría eran metodistas.

En cuanto la rebelión se extendió por los cuatro costados de la regióntextil también se complicó el mosaico de implicados: demócratas seguidores de Tom Paine (llamados “painistas”), religiosos radicales, algunos de los cuales heredaban el espíritu de las sectas exaltadas del siglo anterior –levellers, ranters, southscottians, etc-, incipientes organizadores de Trade Unions (entre los ludditas apresados no solo había tejedores sino también todo tipo de oficios), emigrantes irlandeses jacobinos. Siempre ocurre: el internacionalismo es viejo y en épocas antiguas se lo conoció bajo el alias de espartaquismo.

Todos los días las ciudades dan de baja miles y miles de nombres, todos los días se descoyuntan en la memoria las sílabas de incontables apellidos del pasado humano. Sus historias son sacrificadas en oscuros cenotes. Ned Ludd, Lord Byron, Cartwright, Perceval, Mellor, Maitland, Ogden, Hoyle, ningún nombre debe perderse. El general Maitland fue bien recompensado por sus servicios: se le concedió el título nobiliario de Baronet, fue nombrado Gobernador de Malta y después Comandante en Jefe del Mar Mediterráneo, más tarde Alto Comisionado para las Islas Jónicas; antes de irse del todo, aún tuvo tiempo de aplastar una revolución en Cefalonia. Perceval, el Primer Ministro, fue asesinado por un alienado incluso antes de que colgaran al último luddita. William Cartwright continuó con su lucrativa industria y prosperó y el modelo fabril hizo metástasis. Uno de sus hijos se suicidó nada menos que en medio del Palacio de Cristal durante la Exposición Mundial de productos industriales de 1851, pero el tronar de la sala de máquinas en movimiento amortiguó el ruido del disparo. Cuando algunos años después de los acontecimientos murió un espía local –un judas- que se había quedado en las inmediaciones, su tumba fue profanada y el cuerpo exhumado vendido a estudiantes de medicina.

Algunos ludditas fueron vistos veinte años más tarde cuando se fundaron en Londres las primeras organizaciones de la clase obrera. Otros que habían sido confinados en tierras raras dejaron alguna huella en Australia y la Polinesia. Itinerarios semejantes pueden ser rastreados después de la Comuna de Paría y de la Revolución Española. Pero la mayoría de los pobladores de aquellos cuatro condados parecen haber hecho un pacto de anonimato, refrendo de aquella omertá* anterior llamada “Ned Ludd”: en los valles nadie volvió a hablar de su participación en la rebelión. La lección había sido dura y la ley de la tecnología lo era aunmás. Quizás de vez en cuando, en alguna taberna, alguna palabra, alguna canción; hilachas que nadie registró. Fueron un aborto de la historia. Nadie aprecia ese tipo de despojos.

Voces

¿Por qué demorarse en la historia de Ned Ludd y de los destructores de máquinas? Sus actos furiosos sobreviven tenuemente en brevísimas notas al pie de página del gran libro autobiográfico de la humanidad. La consistencia de su historia es anónima, muy frágil y casi absurda, lo que a veces promueve la curiosidad pero las más de la veces el desinterés por lo que no merece crear dinastía.

No es éste un siglo para detenerse: el burgués del siglo pasado podía darse el lujo de recrearse lentamente con un folletín, pero las audiencias de este siglo apenas disponen de un par de horas para hojear la programación televisiva. Vivimos en la época de la taquicardia, como sarcásticamente la definió Martínez Estrada. Remontar el curso de la historia a contracorriente a fin de reposar en el ojo de sus huracanes es tarea que solo un Orfeo puede arrostrar. Él se abrió paso al mundo de los muertos con melodías que destrabaron cerrojos perfectos. Nosotros solamente podemos guiarnos por los fogonazos espectrales que estallan en viejos libros: soplos agónicos entre harapos lingüísticos. Cualquier otro rastro ya se ha disuelto en los elementos. Pero si los elementos fueran capaces de articular un lenguaje, entonces podrían devolvernos la memoria guardada de todo aquello que ha circulado por su “cuerpo” (por ejemplo, todos los remos que hendieron el agua en todos los tiempos, o todas las herradura que pisaron la tierra, y así). A su turno, el aire devolvería la totalidad de las voces que han sido lanzadas por las bocas de todos los humanos que han existido desde el comienzo de los tiempo. Es cierto que cada minuto se dicen millones de palabras. Y ninguna se habría perdido, ni siquiera las de los mudos. Todas ellas habrían quedado registradas en la transparencia atmosférica, cuya relación con la audibilidad humana aún está por investigarse: sería algo así como cuando los dedos de los niños garabatean nerviosos corazones en vidrios empañados por el propio aliento. Si se pudiera traducir ese archivo oral a nuestro lenguaje, entonces todas las cosas dichas volvería en un solo instante componiendo la voz de una runa mayor o la memoria total de la historia.

En el viento se han sembrado voces que son conducidas de época en época; y cualquier oído puede cosechar lo que en otro tiempo fue tempestad. El viento es tan buen conductor de las memorias porque lo dicho fue tan necesario como involuntario, o bien porque a veces nos sentimos más cerca de los muertos que de los vivos.

De tantas cosas dichas, yo no puedo ni quiero dejar de escuchar lo que Ben, un viejo luddita, les dijo a unos historiadores locales del Condado de Derby cincuenta años después de los sucesos: “Lo que más me amarga es que nuestros propios vecinos más jóvenes malinterpreten lo que hicimos los ludditas”.

¿Pero cómo podía alguien, en aquel entonces, en plena euforia del progreso, prestar oídos a las verdades ludditas? No había, y sigue sin haberla, audición posible para las profecías de los derrotados. La queja de Ben constituyó la última palabra del movimiento luddita, a su vez eco apagado del quejido de quienes fueron ahorcados en 1813. Y quizá yo haya escrito todo esto con el único fin de escuchar mejor a Ben. Me aferro y tiro de su hilillo de voz como lo haría cualquier semejante que recorriera este laberinto.

* omertá: término italiano propio del ambiente mafioso, “la ley del silencio”.

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Christian Ferrer/Noviembre-1997

Este texto puede ser reproducido en la manera que se considere oportuna

Correspondencia ETCETERA Ap. 1363/08080-BARCELONA

Publica: ETCETERA/ Dep. Legal B-28358/85

Este texto fue enviado por Christian Ferrer desde Buenos Aires para el Certamen Literario sobre la Libertad que convocó el Centre de Documentació Històrico Social – Ateneu Enciclopèdic Popular de Barcelona a finales del año pasado.

miércoles, 13 de enero de 2010

Manifiesto Dadaísta. (Tristán Tzara)



La magia de una palabra—

—DADA—, que ha puesto a los periodistas

ante la puerta de un mundo

imprevisto, no tiene para nosotros

ninguna importancia

Para lanzar un manifiesto es necesario:

A, B,C.

irritarse y aguzar las alas para conquistar y propagar muchos pequeños y grandes a, b, c, y afirmar, gritar, blasfemar, acomodar la prosa en forma de obviedad absoluta, irrefutable, probar el propio non plus ultra y sostener que la novedad se asemeja a la vida como la última aparición de una cocotte prueba la esencia de Dios. En efecto, su existencia ya fue demostrada por el acordeón, por el paisaje y por la palabra dulce. Imponer el propio A.B.C. es algo natural, y, por ello, deplorable. Pero todos lo hacen bajo la forma de cristal-bluff-madonna o de sistema monetario, de producto farmacéutico o de piernas desnudas invitantes a la primavera ardiente y estéril. El amor por lo nuevo es una cruz simpática que revela un amiquemeimportismo, signo sin causa, frágil y positivo. Pero también esta necesidad ha envejecido. Es necesario animar el arte con la suprema simplicidad: novedad. Se es humano y auténtico por diversión, se es impulsivo y vibrante para crucificar el aburrimiento. En las encrucijadas de las luces, vigilantes y atentas, espiando los años en el bosque. Yo escribo un manifiesto y no quiero nada y, sin embargo, digo algunas cosas y por principio estoy contra los manifiestos, como, por lo demás, también estoy contra los principios, decilitros para medir el valor moral de cada frase. Demasiado cómodo: la aproximación fue inventada por los impresionistas. Escribo este manifiesto para demostrar cómo se pueden llevar a cabo al mismo tiempo las acciones más contradic­torias con un único y fresco aliento; estoy contra la acción y a favor de la contradicción continua, pero también estoy por la afirmación. No estoy ni por el pro ni por el contra y no quiero explicar a nadie por qué odio el sentido común.

DADA— he aquí la palabra que lleva las ideas a la caza; todo burgués se siente dramaturgo, inventa distintos discursos y, en lugar de poner en su lugar a los personajes convenientes a la calidad de su inteligencia, crisálidas en sus sillas, busca las causas y los fines (según el método psicoanalítico que practica) para dar consistencia a su trama, historia que habla y se define. El espectador que trata de explicar una palabra es un intrigante: (conocer). Desde el refugio enguatado de las complicaciones serpentinas hace manipular sus propios instintos. De aquí nacen las desgracias de la vida conyugal.

Explicar: diversión de los vientres rojos con los molinos de los cráneos vacíos.

Dada no significa nada

Si alguien lo considera inútil, si alguien no quiere perder tiempo por una palabra que no significa nada….El primer pensamiento que se agita en estas cabezas es de orden bacteriológico…, hallar su origen etimológico, histórico o psicológico por lo menos. Por los periódicos sabemos que los negros Kru llaman al rabo de la vaca sagrada: DADA. El cubo y la madre en una cierta comarca de Italia reciben el nombre de DADA. Un caballo de madera, la nodriza, la doble afirmación en ruso y en rumano DADA. Sabios periodistas ven en todo ello un arte para niños, otros santones jesúshablaalosniños, el retorno a un primitivismo seco y estrepitoso, estrepitoso y monótono. No es posible construir la sensibilidad sobre una palabra. Todo sistema converge hacia una aburrida perfección, estancada idea de una ciénaga dorada, relativo producto humano. La obra de arte no debe ser la belleza en sí misma porque la belleza ha muerto; ni alegre; ni alegre ni triste, ni clara ni oscura, no debe divertir ni maltratar a las personas individuales sirviéndoles pastiches de santas aureolas o los sudores de una carrera en arco a través de las atmósferas. Una obra de arte nunca es bella por decreto, objetivamente y para todos. Por ello, la crítica es inútil, no existe más que subjetivamente, sin el mínimo carácter de genera­lidad. ¿Hay quien crea haber encontrado la base psíquica común a toda la humanidad? El texto de Jesús y la Biblia recubren con sus amplias y benévolas alas: la mierda, las bestias, los días. ¿Cómo se puede poner orden en el caos de infinitas e informes variaciones que es el hombre? El principio «ama a tu prójimo» es una hipocresía. «Conócete a ti mismo» es una utopia más aceptable porque también contiene la maldad. Nada de piedad. Después de la matanza todavía nos queda la esperanza de una humanidad purificada. Yo hablo siempre de mí porque no quiero convencer. No tengo derecho a arrastrar a nadie a mi río, yo no obligo a nadie a que me siga. Cada cual hace su arte a su modo y manera, o conociendo el gozo de subir como una flecha hacia astrales reposos o el de descender a las minas donde brotan flores de cadáveres y de fértiles espasmos. Estalactitas: buscarlas por doquier, en los pesebres ensanchados por el dolor, con los ojos blancos como las liebres de los ángeles.

Así nació DADA, de una necesidad de independencia, de des­confianza hacía la comunidad. Los que están con nosotros conservan su libertad. No reconocemos ninguna teoría. Basta de academias cubistas y futuristas, laboratorios de ideas formales. ¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los gentiles burgueses? Las rimas acuerdan su tintineo con las monedas y la musicalidad resbala a lo largo de la línea del vientre visto de perfil. Todos los grupos de artistas han ido a parar a este banco a pesar de cabalgar distintos cometas. Se trata de una puerta abierta a las posibilidades de revolcarse entre muelles almohadones y una buena mesa.

Aquí echamos el ancla en la tierra feraz. Aquí tenemos derecho a proclamar esto porque hemos conocido los escalofríos y el desper­tar. Fantasmas ebrios de energía, hincamos el tridente en la carne distraída. Rebosamos de maldiciones en la tropical abundancia de vertiginosas vegetaciones: goma y lluvia es nuestro sudor, sangramos y quemamos la sed.

Nuestra sangre es vigorosa.

El cubismo nació del simple modo de mirar un objeto: Cezanne pintaba una taza veinte centímetros más abajo de sus ojos, los cubistas la miran desde arriba complicando su aspecto sección perpendicular que sitúan a un lado con habilidad.. me olvido de los creadores ni de las grandes razones de la a. que ellos hicieron definitivas). El futurismo ve la misma traza un movimiento sucesivo de objetos uno al lado del otro, añadiéndole maliciosamente alguna línea—fuerza. Eso no quita que la buena o mala, sea siempre una inversión de capitales intelectuales.

El nuevo pintor crea un mundo cuyos elementos son sus mismos medios, una obra sobria y definida, sin argumento. El artista nuevo protesta: ya no pinta (reproducción simbólica e ilusionista), sino que crea directamente en piedra, madera, hierro, estaño, bloques de organismos móviles a los que el límpido viento de las a inmediatas sensaciones hacer dar vueltas en todos los sentidos.

Toda obra pictórica o plástica es inútil; que, por lo u sea un monstruo capaz de dar miedo a los espíritus serviles y no algo dulzarrón para servir de ornamento a los refectorios de esos animales vestidos de paisano que ilustran tan bien esa fábula triste de la humanidad.

Un cuadro es el arte que se encuentren dos líneas geométricas que se ha comprobado que son paralelas, hacer que se encuentren en un lienzo, ante nuestros ojos, en una realidad que nos traslada a un mundo de otras condiciones y posibilidades. Este mundo no esta especificado ni definido en la obra, pertenece en sus innumerables variaciones al espectador. Para su creador la obra carece de causa y de teoría. Orden = desorden; yo = no-yo; afirmación = negación; éstos son los fulgores supremos de un arte absoluto. Absoluto en la pureza de cósmico y ordenado caos, eterno en el instante globular sin duración, sin respiración, sin luz y sin control.

Amo una obra antigua por su novedad. Tan sólo el contraste nos liga al pasado. Los escritores que enseñan la moral y discuten o mejoran la base psicológica, tienen, aparte del deseo oculto del beneficio, un conocimiento ridículo de la vida que ellos han clasificado, subdividido y canalizado. Se empeñan en querer ver danzar las categorías apenas se ponen a marcar el compás. Sus lectores se carcajean y siguen adelante: ¿con qué fin? Hay una literatura que no llega a la masa voraz. Obras de creadores nacidas de una auténtica necesidad del autor y sólo en función de sí mismo. Consciencia de un supremo egoísmo, en el que cualquier otra ley queda anulada.

Cada página debe abrirse con furia, ya sea por serios motivos, profundos y pesados, ya sea por el vórtice y el vértigo, lo nuevo y lo eterno, la aplastante espontaneidad verbal, el entusiasmo de los principios, o por los modos de la prensa. He ahí un mundo vacilante que huye, atado a los cascabeles de la gama infernal, y he ahí, por otro lado, los hombres nuevos, rudos, cabalgando a lomos de los sollozos.

He ahí un mundo mutilado y los medicuchos literarios preocu­pados por mejorarlo. Yo os digo: no hay un comienzo y nosotros no temblamos, no somos unos sentimentales. Nosotros desgarramos como un furioso viento la ropa de las nubes y de las plegarias y preparamos el gran espectáculo del desastre, el incendio, la des­composición. Preparamos la supresión del dolor y sustituimos las lágrimas por sirenas tendidas de un continente a otro. Banderas dc intensa alegría viudas de la tristeza del veneno. DADA es la enseñanza de la abstracción; la publicidad y los negocios también son elementos poéticos.

Yo destruyo los cajones del cerebro y los de la organización social: desmoralizar por doquier y arrojar la mano del cielo al infierno, los ojos del infierno al cielo, restablecer la rueda fecunda de un circo universal en las potencias reales y en la fantasía individual.

La filosofía, he ahí el problema: por qué lado hay que empezar a mirar la vida, Dios, la idea y cualquier otra cosa. Todo lo que se ve es falso. Yo no creo que el resultado negativo sea más importante que la elección entre el dulce y las cerezas como postre. El modo de mirar con rapidez la otra cara dc una cosa para imponer directamente la propia opinión se llama dialéctica, o sea, el modo de regatear el espíritu de las patatas frutas bailando a su alrededor la danza del método.

Si yo grito:

IDEAL, IDEAL, IDEAL,

conocimiento, conocimiento, conocimiento

bumbúm, bumbúm, bumbúm,

registro con suficiente exactitud el progreso, la ley, la moral y todas las demás bellas cualidades de que tantas personas inteligentil han discutido en tantos libros para llegar, al fin, a confesar que cada uno, del mismo modo, no ha hecho más que bailar al compas de su propio y personal bumbúm y que, desde el punto de vista de tal bumbúm, tiene toda la razón: satisfacción de una curiosidad morbosa, timbre privado para necesidades inexplicables; baño; dificultades pecuniarias; estómago con repercusiones en la ‘ida; autoridad de la varita mística formulada en el grupo de una orquesta fantasma de arcos mudos engrasados con filtros a base de amoniaco animal. Con los impertinentes azules de un ángel han enterrado la interioridad por cuatro perras de unánime reconocimiento.

Si todos tienen razón, y si todas las píldoras son píldoras Pínk., tratemos de no tener razón. En general, se cree poder explicar racionalmente con el pensamiento lo que se escribe. Todo esto es relativo. El pensamiento es una bonita cosa para la filosofía, pero es relativo. El psicoanálisis es una enfermedad dañina, que adormece las tendencias antirreales del hombre y hace de la burguesía un sistema. No hay una Verdad definitiva. La dialéctica a una máquina divertida que nos ha llevado de un modo bastante trivial a las opiniones que hubiéramos tenido de otro modo. ¿Hay alguien que crea, mediante el refinamiento minucioso de la lógica,, haber demostrado la verdad de sus opiniones? La lógica constreñida por los sentidos es una enfermedad orgánica. A este elemento los filósofos se complacen en añadir el poder de observación. Pero justamente esta magnífica cualidad del espíritu es la prueba de su impotencia. Se observa, se mira desde uno o varios puntos de vista y se elige un determinado punto entre millones de ellos que igualmente existen. La experiencia también es un resultado del azar y de las facultades individuales.

La ciencia me repugna desde el momento en que se transforma en sistema especulativo y pierde su carácter de utilidad, que, aun siendo inútil, es, sin embargo, individual. Yo odio la crasa objetividad y la armonía, esta ciencia que halla que todo está en orden: continuad, muchachos, humanidad… La ciencia nos dice que somos los servidores de la naturaleza: Todo está en orden, haced el amor y rompeos la cabeza; continuad, muchachos, hombres, amables burgueses, periodistas vírgenes… Yo estoy contra los sistemas: el único sistema todavía aceptable es el de no tener sistemas. Completarse, perfeccionarse en nuestra pequeñez hasta colmar el vaso de nuestro yo, valor para combatir en pro y en contra del pensamiento, misterio de pan, desencallamiento súbito de una hélice infernal hacia lirios baratos.

La espontaneidad dadaísta

Yo llamo amíquémeimportismo a una manera de vivir en la que cada cual conserva sus propias condiciones respetando, no obstante, salvo en caso de defensa, las otras individualidades, el twostep que se convierte en himno nacional, las tiendas de antigüallas, el T.S.H., el teléfono sin hilos, que transmite las fugas de Bach, los anuncios luminosos, los carteles de prostíbulos, el órgano que difunde claveles para el buen Dios y todo esto, todo junto, y realmente sustituyendo a la fotografía y al catecismo unilateral.

La simplificidad activa.

La impotencia para discernir entre los grados de claridad: lamer la penumbra y flotar en la gran boca llena de miel y de excrementos. Medida con la escala de lo Eterno, toda acción es vana (si dejamos que el pensamiento corra una aventura cuyo resultado sería infinita­mente grotesco; dato, también éste, importante para el conocimiento de la humana impotencia). Pero si la vida es una pésima farsa sin fin ni parto inicial, y como creemos salir de ella decentemente como crisantemos lavados, proclamamos el arte como única base de entendimiento. No importa que nosotros, caballeros del espíritu, le dediquemos desde siglos nuestros refunfuños. El arte no aflige a nadie y a aquellos que sepan interesarse por el recibirán, con sus caricias, una buena ocasión de poblar el país con su conservación. El arte es algo privado y el artista lo hace para si mismo; una obra comprensible es el producto de periodistas.

Y me gusta mezclar en este momento con tal monstruosidad los colores al mezclar en este momento con tal monstruosidad los colores al óleo: un tubo de papel de plata, que, si se aprieta, vierte automáticamente odio, cobardía, y villanía. El artista, el poeta aprecia el veneno de la masa condensada en un jefe de sección de esta industria. Es feliz si se le insulta: eso es como una prueba de su coherencia. El autor, el artista elogiado por los periódicos, comprueba la comprensibilidad de su obra: miserable forro de un abrigo destinado a la utilidad publica: andrajos que cubren la brutalidad, meadas que colaboran al calor de un animal que incuba sus bajos instintos, fofa a insípida carne que se múltipla con la ayuda de los microbios tipográficos. Hemos tratado con dureza nuestra inclinación a las lagrimas. Toda filtración de esa naturaleza no es mas que diarrea almibarada. Alentar un arte semejante significa diferirlo. Nos hacen falta obras fuertes, rectas, precisas y, mas que nunca, incomprensibles. La lógica es una complicación. La lógica siempre es falsa. Ella guía los hilos de las nociones, las palabras en su forma exterior hacia las conclusiones de los centros ilusorios. Sus cadenas matan, minirapodo gigante que asfixia a la independencia. Ligado a la lógica, el arte viviría en el incesto, tragándose su propia cola, su cuerpo, fornicando consigo mismo, y el genio se volvería una pesadilla alquitranada de protestantismo, un monumento, una marcha de intestinos grisáceos y pesados.

Pero la soltura, el entusiasmo y la misma alegria de la injusticia, esa pequeña verdad que nosotros practicamos con inocencia y que nos hace bellos (somos sutiles, nuestros dedos son maleables y resbalan como las ramas de esta planta insinuante y casi liquida) caracterizan nuestra alma, dicen los cinicos. Tambien ese es un punto de vista, pero no todas las flores, por fortuna, son sagradas, y lo que hay de divino en nosotros es el comienzo de la accion antihumana. Se trata, aquí, de una flor de papel para el ojal de los señores que frecuentan el baile de disfraces de la vida, cocina de la gracia, con blancas primas agiles o gordas. Esta gente comercio con lo que hemos desechado. Contradicción y unidad de las estrellas polares en un solo chorro pueden ser verdad, supuesto que alguien insista en pronunciar esta banalidad, apéndice de una moralidad libidinosa y maloliente. La moral consume, como todos los azotes de la inteligencia. El control de la moral y de la logica nos han impuesto la impasibilidad ante los agentes de policia, causa de nuestra esclavitud, putridas ratas de las que esta repleto el vientre de la burguesia, y que han infectado los unicos corredores de nítido y transparente cristal que aun seguían abiertos a los artistas.

Todo hombre debe gritar. Hay una gran tarea destructiva, negativa por hacer. Barrer, asear. La plenitud del individuo se afirma a continuación de un estado de locura, de locura agresiva y completa de un mundo confiado a las manos de los bandidos que se desgarran y destruyen los siglos. Sin fin ni designio, sin organización: la locura indomable, la descomposición. Los fuertes sobreviviran gracias a su voz vigorosa, pues son vivos en la defensa. La agilidad de los miembros y de los sentimientos flamea en sus flancos prismáticos.

La moral ha determinado la caridad y la piedad, dos bolas de sebo que han crecido, como elefantes, planetas, y que, aun hoy, son consideradas validas. Pero la bondad no tienen nada que ver con ellas. La bondad es lucida, clara y decidida, despiadada con el compromiso y la política. La moralidad es como una infusión de chocolate en las venas de los hombres. Esto no fue impuesto por una fuerza sobrenatural, sino por los trusts de los mercaderes de ideas, por los acaparadores universitarios. Sentimentalidad: viendo un grupo de hombres que se pelean y se aburren, ellos inventaron el calendario y el medicamento de la sabiduría. Pegando etiquetas se desencadeno la batalla de los filósofos (mercantilismo, balanza, medidas meticulosas y mezquinas) y por segunda vez se comprendió que la piedad es un sentimiento, como al diarrea en relación con el asco que arruina la salud, que inmunda tarea de carroñas para comprometer al sol.

Yo proclamo la oposición de todas las facultades cósmicas a tal blenorragia de putrido sol salido de las fabricas del pensamiento filosófico, y proclamo la lucha encarnizada con todos los medios del

Asco dadaísta

Toda forma de asco susceptible de convertirse en negación de la familia es Dada; la protesta a puñetazos de todo el ser entregado a una acción destructiva es Dada; el conocimiento de todos los medios hasta hoy rechazados por el pudor sexual, por el compromiso demasiado cómodo y por la cortesía es Dada; la abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es Dada; la abolición de la lógica, la danza de los impotentes de la creación es Dada; la abolición de toda jerarquía y de toda ecuación social de valores establecida entre los siervos que se hallan entre nosotros los siervos es Dada; todo objeto, todos los objetos, los sentimientos y las oscuridades, las apariciones y el choque preciso de las líneas paralelas son medios de lucha Dada; abolición de la memoria: Dada; abolición del futuro: Dada; confianza indiscutible en todo dios producto inmediato de la espontaneidad: Dada; salto elegante y sin prejuicios de una armonía a otra esfera; trayectoria de una palabra lanzada como un disco, grito sonoro; respeto de todas las individualidades en la momentánea locura de cada uno de sus sentimientos, serios o temerosos, tímidos o ardientes, vigorosos, decididos, entusiastas; despojar la propia iglesia de todo accesorio inútil y pesado; escupir como una cascada luminosa el pensamiento descortes o amoroso, o bien, complaciéndose en ello, mimarlo con la misma identidad, lo que es lo mismo, en un matorral puro de insectos para una noble sangre, dorado por los cuerpos de los arcángeles y por su alma. Libertad: DADA, DADA, DADA, aullido de colores encrespados, encuentro de todos los contrarios y de todas las contradicciones, de todo motivo grotesco, de toda incoherencia: LA VIDA.

lunes, 11 de enero de 2010

El ladrido de Diógenes (Christian Ferrer)




En el siglo IV antes de Cristo, una anti-escuela de pensadores, que reivindicaba el incesto y el albedrío de los parias, sacudió los dogmas retóricos de Atenas. Una relectura de su legado satírico es oportuna para esta era de discurseos.

Era vagabundo. Se hacía llamar "el perro". Podía morder y ladrar al mismo tiempo. No dudó en desafiar a Alejandro Magno. Lo habían expulsado de la ciudad de Sínope. Decía de sí mismo que vivía sin ciudad, sin hogar; es el autor de la categoría de "ciudadano del mundo". Era hijo de un falsificador de dinero. A los dieciocho años viajó hasta el oráculo de Delfos para hacer una pregunta descarada: "¿Qué debo hacer para volverme famoso?". La Pitonisa le respondió con un acertijo: "Cambia el valor de la moneda". Reconoció de inmediato que las palabras, cápsulas instantáneas que condensan la hipocresía, la vanidad y el sermón dogmático, circulan aun más que el metal acuñado. Y que de los labios, afilados como navajas, también brota la franqueza, un antídoto cortante.

¿Existieron verdaderamente los cínicos? No quedaron obras de estos filósofos, apenas un ramillete de anécdotas recopiladas cuatro siglos más tarde por Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos. Hegel escribió despectivamente: "De Diógenes, sólo pueden contarse historias". ¿Sólo eso? Su resonancia ha sido larga y sus reapariciones en los iluministas, los anarquistas y Nietzsche, significativas. En 1983, un año antes de morir, Michel Foucault dictó unas conferencias en Berkeley sobre la parrhesia, el "hablar libremente y sin tapujos" de los griegos. En ellas identificó las condiciones morales asumidas por los filósofos cínicos: quien dice la verdad está en situación de inferioridad frente al interlocutor, siempre afronta un peligro, el cual acepta como deber moral. En ese mismo año, el alemán Peter Sloterdijk publicaba su Crítica de la razón cínica, un notable análisis del cinismo antiguo y del moderno: el primero, inteligencia activa y oxigenante; el actual, último travestimiento de la falsa conciencia luego de la "muerte de las ideologías". Juan José Saer incluyó en El arte de narrar una poesía luminosa sobre la pedagogía cínica. Hoy el francés Michel Onfray publica Cinismos (en Paidós), una reivindicación de Diógenes que es tanto una crítica del discurso teórico solemne como una celebración del vínculo entre cuerpo y saber

Dos milenios y medio después el nombre de Diógenes sobrevive, transportando en el tiempo la historia de los filósofos cínicos (literalmente "perrunos"), cultores de un arte de vivir más que de un sistema de pensamiento que perduró hasta el fin del Imperio Romano. Carecían de sólidos fundamentos teóricos, y esta cuña radical los separó de las demás sectas filosóficas. Para invalidar "la falsa moneda" desplegaron una sabiduría práctica y en el propio ejemplo vital fundieron teoría y práctica, lo público y lo privado. Estos perros de la calle, que ganaban su sustento apelando a una mendicidad espectacular, insistieron en que la filosofía era camino de autosuficiencia, facetado de los atributos del carácter y apego a la simplicidad a fin de eludir el insaciable afán de objetos, reconocimiento o poder. Pensaban problemas para poder vivir bien y no para salpimentar la oratoria de "bien decir", y aun menos de mundos verdaderos inasequibles al profano. Pues la búsqueda abstracta de conocimiento conduce a la inflación de saberes inútiles para la vida o a creerse lo que uno mismo dice: al concepto universal y a la autoadulación. Imperturbables ante las tentaciones, austeros a fin de dedicar más tiempo a la reflexión, desvergonzados para poder criticar los estándares de decencia colectivos, los cínicos enseñaron que el acoso ético a los conciudadanos promueve la purga de falsas necesidades y retóricas huecas, malezas artificiales de la ciudad.

El tono cínico es "alto", provocativo, satírico, anticonformista. Tanto escrutaban el comportamiento de los ciudadanos como lo impugnaban con ferocidad. Su talento para la réplica sagaz era legendario, pues los perros a la deriva reconocen los ritmos melifluos del discurso interesado mejor que sus equivalentes domésticos. Si algo los distinguía era su terapia lingüística, afilada e irreductible, destinada a depurar a la gramática del exceso moralista, la charlatanería necia, la demagogia política y el discurseo de sus colegas filósofos. No recurrían a la perorata, la filípica o al método socrático, sino a palabras escasas pero precisas: el filo de la lengua basta para derrumbar edificios conceptuales. Decían —anticipándose a los mitos actuales de la comunicación— que hablar mucho profundiza la incomprensión y que decir la verdad es incompatible con la opinión pública. Justamente por eso recorrían la ciudad zahiriendo a los lenguajes pomposos o hipócritas. Eran escandalosos, pero disponían de una firme audibilidad entre sus convecinos, que apreciaron la poderosa fuerza moral que se desgaja del encastre entre franqueza y despojamiento personal. La verdad es hoy relato verosímil o clave científica; para los cínicos, la inflorescencia natural de la actividad existencial. Estos frutos ásperos madurados al rescoldo de una intensa crisis cultural comprendieron que el lazo entre sinceridad, democracia y poder estaba roto, y que ya nadie sabía reconocer quien dice la verdad. Es fácil entender por qué la cultura popular de su momento se apropió de sus historias: personajes de esa suerte son muy estimados en tiempos de indecisión colectiva sobre la calidad de las propuestas que circulan en el ámbito público.

El interés de Michel Onfray en los cínicos es libertario y pagano. Le permiten promover a la filosofía como saber operativo, una estilística de la existencia cuyos objetivos son el mejoramiento reflexivo de la persona y la felicidad. A su vez, los retoma como modelos de "desobediencia civil" a fin de apoyar su propio proyecto de hostilización de las instituciones, particularmente las académicas, tarea que continuaría con su Políticas del rebelde. Publicado en francés en 1990 y recién traducido al castellano, su Cinismos pretende restituir la frescura original de este pensamiento. Se diría que Diógenes es un personaje literario, y quizás por eso, una figura memorable que de vez en cuando aflora en ciertas obras a la manera de un géiser. El gesto cínico siempre fue contagioso porque en sus enseñanzas vigorosas e irreverentes late algo atemporal. Es una actitud necesaria, pues la historia de los pensadores sin humor ya es demasiado larga.


Extraido desde..... http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2002/06/29/u-00201.htm

domingo, 10 de enero de 2010

La fábula del mono blanco (Wu Ming)



Monos blancos

AL COMITE CLANDESTINO REVOLUCIONARIO INDIGENO
COMANDANCIA GENERAL DEL EZLN
AL SUBCOMANDANTE INSURGENTE MARCOS
A LA SOCIEDAD CIVIL.

Nos permitimos dirigirnos a Ustedes para informarles de un hecho extraño que sucediò durante un turno de vigilancia, la noche entre el 4 y 5 de Marzo, en Nurio, Michoàcan , Mèxico, Planeta Tierra.
Estabamos haciendo guardia en la segunda entrada del area restringida, alrededor del fuego encendido poco antes por un hermano de la selva, cuando un viejo topo de repente saliò de la tierra y comenzò a contarnos una historia, que transcribimos fielmente:

Despuès de muchos años, el negro escarabajo llamado Don Durito decidiò salir de la selva, por lo que reuniò a todos los animales, tanto los que estaban de estè lado del mar como los que estaban del otro lado, para que lo acompañaran hasta la ciudad. Muchos animales bajaròn desde las montañas y otros llegaròn desde el mar.

El mas extraño de todos, era un mono blanco que venìa de muy lejos. Su color contrastaba tanto con el color de la tierra, que parecìa fuera de lugar. Los demàs animales miraban sorprendidos aquel extraño ejemplar, que caminaba con dificultad en un territorio desconocido, abajo de un sol que su piel no conocìa. Torpe y despistado ,el mono blanco hacìa cada cosa con el fin de ser ùtil y demostrar que su lugar estaba ahì. Llegò muchas veces tarde a la parada prevista, pero llegò siempre.

Un dìa, al caer la tarde, la caravana de los animales tuvo que pararse en la orilla de un rìo que habìa crecido a causa de la lluvia. No habìa manera de atravesarlo. Llegò Don Vicente, el zorro, y dijo:
-“En el valle hay un puente que construì para Ustedes, es bello, fuerte y nuevo. Dejen que los guìe y los harè pasar ».
-« No, gracias, conocemos el camino, solos encontraremos la manera de atravesarlo » dijo Durito.
Despuès se dirigiò a la cola de la caravana y dijo al animal màs extraño:
-“No conoces el rìo, pero tienes las manos grandes y fuertes, construye un puente para llegar a la otra orilla”
Fuè asì que el mono blanco, agradecido por està responsabilidad, de buena gana se puso a trabajar. Trabajaba bajo la lluvia y bajo el sol, de dìa y de noche, mientra el zorro, a escondidas, lo calumniaba con los otros animales, y los loros pasaban la voz.
-“El mono blanco no es como nosotros, no vive aquì, es de otro color. No deben de confiar en èl, el puente que està construyendo se derrumbarà y se ahogaran todos ».
El oso, el coyote, el mono negro del color de la tierra, observaban el trabajo del mono blanco y discutian entre ellos:
-« Viene de lejos, pero es nuestro amigo. Està trabajando para hacernos llegar a la ciudad”
-“ No es su rìo, no sabemos quièn es, no podemos confìar en èl “.
Pero el viejo Don Fèlix, el àguila que desde las alturas veìa todo, decìa que Don Durito le habìa dado la tarea al mono blanco porque era diferente y venìa de muy lejos. Justamente por ese motivo su trabajo deberìa de tener un significado màs importante.

A medida que los dìas pasaban, el trabajo continuaba. Don Vicente, el zorro, seguia sussurrando en las orejas de los animales:
-“ No confien en èl, es un extranjero « .
Pero cuando la iguana preguntò al zorro si era èl quièn habìa hablado mal del mono blanco. Don Vicente respondiò escandalizado:
-“ No tengo enemigos en la caravana de los animales”.

Cuando se habìa construìdo la mitad del puente, Don Durito juntò a todos los animales en la orilla del riò. Luego acompañó al mono blanco a la ventana de manera que todos pudieran verlo y dirigiendose a los otro animales dijo:
-“ Està construyendo un buen puente, pero no puede terminarlo solo. Ninguno puede hacerlo solo. El mono blanco, ingenuo preguntò:
-“ Entonces, por què hasta ahora me has hecho hacerlo a mi solo?”
Don Durito cerrò la ventana y dejò que el mono blanco se viera reflejado en el vidrio. El se mirò y no se reconociò. Su pelo ya no era tan blanco, ahora era del Color de la Tierra.

TUTE BIANCHE,
5 DE MARZO DEL 2001
DESDE LA SEGUNDA ENTRADA
DEL CAMPAMENTO DE NURIO, MICH.
MEXICO
PLANETA TIERRA.

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Fuente: http://www.wumingfoundation.com/italiano/monos.html

viernes, 8 de enero de 2010

Grandes sujetos, pequeños espacios. Postestructuralismo y anarquismo. (Todd May)


«Querría decir algo sobre la función de cada diagnosis sobre la naturaleza del presente. Cualquier descripción debe siempre concordar con aquellas fracturas virtuales que abren los espacios de libertad entendidos como un espacio de libertad concreta, esto es, de cambio posible»
Michel Foucault

«…Obviamente toda una serie de victorias parciales e incompletas, de concesiones obtenidas de los que detentan el poder, no será suficiente para llegar a una sociedad anarquista, pero ampliará el alcance del libre actuar y el potencial de libertad en la sociedad que tenemos.»
Colin Ward

La dificultad para valorar la filosofía política de los post-estructuralistas franceses -Foucault, Deleuze, Lyotard, en particular- es inseparable de la dificultad de comprender cuál es su filosofía política general. Que ellos han rechazado el marxismo como el criterio adecuado de actuación social y política, es cosa clara. Pero con qué lo han sustituido es todavía objeto de controversias. Esto es debido al hecho de que, en vez de ofrecer una teoría política general, los post-estructuralistas nos han suministrado análisis específicos de situaciones concretas de opresión. Su atención se centra en la locura, la sexualidad, el psicoanálisis, el lenguaje, el inconsciente, el arte, etc.; pero no sobre un criterio unitario acerca de lo que es política o de las modalidades de su conducción en el mundo contemporáneo. Esta ausencia, o rechazo, de una teoría general ha llevado a algunos críticos a acusar a los post-estructuralistas de nihilismo. La base sobre la que se construye tal presupuesto es que se debe poseer una posición política previa a confrontar con la situación política presente, a fin de ayudar a comprender los defectos del presente y los posibles itinerarios para llegar a un remedio de tales defectos. El anarquismo a menudo se archiva según los mismos criterios aplicados para el post-estructuralismo dado su carácter de relativismo ético o caos voluntarista. Pero la tradición teórica del anarquismo, aunque no igual de voluminosa que la del marxismo o el liberalismo, suministra un contexto general en el ámbito del cual el pensamiento post-estructuralista puede ser situado y ser así valorado de manera adecuada. Lo que sigue propone llegar a considerar el post-estructuralismo como una forma contemporánea de anarquismo. Se discutirá en primer lugar la tradicional posición anarquista. En segundo lugar, se tomará en consideración la crítica post-estructuralista de algunos conceptos del siglo XIX que están en la base de la lectura anarquista. En tercer lugar, se esbozará un anarquismo libre de tales conceptos y más consonante con el pensamiento político francés contemporáneo, lo que podríamos denominar como un anarquismo post-estructuralista. En este esbozo se mostrará como tal anarquismo está libre de los problemas que vician lo que podría ser definido como una teorización «fundamentalista» del anarquismo.

DESDE ABAJO Y DESDE DIVERSOS PUNTOS

EN el conflicto entre Marx y Bakunin, que marcó la primera internacional, estaban en cuestión tanto el método como los fines de la organización del proletariado contra la burguesía. Lo que Bakunin encuentra errado en la política de Marx, tanto en la estrategia como en los fines, es la idea de la representación como concepto político. Allí donde hay representación hay opresión. El anarquismo puede ser definido como la lucha contra la representación en la vida pública. El pensamiento anarquista no confía en la representación política porque considera la cesión del poder como una invitación al abuso. En este sentido, no sólo el poder estatal o el económico quienes merecen desconfianza, sino todas las formas de poder ejercidas por un grupo sobre otro. La adopción directa de decisiones a lo largo de los varios registros de la vida social de una persona permite un acercamiento más descentralizado a la intervención política que el que permite el marxismo. Para este último, aunque haya toda una serie de áreas sociales que pueden, estrictamente hablando, no ser reducibles a la estructura económica capitalista, es siempre el capitalismo el que funda su posibilidad. Al fin y al cabo sólo una intervención es la que cuenta: la intervención para apropiarse del plusvalor a través de la conquista de los medios de producción y la toma de posesión del Estado. El marxismo, independientemente de cuánto ha apoyado las luchas contra el racismo, el sexismo, etc., siempre las ha visto como estratégicamente subordinadas a la lucha por el socialismo económico. Y es por esto que se presta a formas centralizadas de lucha de representación política.

CAPACIDAD NATURAL

EL anarquismo cuestiona el sometimiento de los individuos a un ideal superior, pues éste siempre tiende a eliminar la propia capacidad de reflexionar en situaciones irreductiblemente concretas. Se pide a los individuos que se subordinen a un ideal que pretende realizar su naturaleza más alta, pero que en realidad los separa de las propias capacidades de reflexión crítica y de acción ponderada. Si se quiere que los individuos estén en condiciones de actuar autónomamente, es necesario permitirles considerar las situaciones en las que se encuentran en su especificidad y materialidad, y no impulsarles a someterse a una fórmula abstracta que se impone a las situaciones desde lo alto.

Es aquí donde se encuentra el a priori del anarquismo tradicional: la fe en el individuo. La más clara formulación formulación contemporánea es la del anarquista norteamericano Murray Bookchin: «Los individuos siempre revelan poseer la capacidad natural -en los hechos una propensión- de idear soluciones sociales al mismo tiempo justas y eficaces. Es sólo en situaciones de desigualdad, en las cuales se permita a algunos individuos tener poder por encima de otros, que las capacidades individuales son deformadas y dirigidas hacia la opresión, en vez de hacia el respeto recíproco y la creatividad. Las características del privilegio y toda posición privilegiada, la característica común que distingue a todas las instituciones que oprimen -políticas, económicas, religiosas, patriarcales y de otro tipo- es la represión del potencial individual».

DESHACERSE DEL SUJETO

Hay, en la superficie, numerosas similitudes entre el pensamiento anarquista tradicional y la teoría post-estructuralista. La crítica de la representación es un tema central de los post-estructuralistas. Descentralización, actuación local, descubrimiento del poder en sus variadas facetas y no como un sólo estado, son las características que distinguen los análisis de los post-estructuralistas. Sin embargo, si se debiera caracterizar el pensamiento político post-estructuralista con una única propiedad, la elección recaería sobre la crítica de la teoría del sujeto. El anarquismo tradicional afirma que sin una confianza en el individuo no tiene absolutamente ningún sentido hablar de autonomía. El anarquismo tradicional se funda sobre el concepto de que el individuo posee una reserva que es irreductible a los ordenamientos sociales del poder. ¿Por qué la teoría post-estructuralista rechaza el concepto de autonomía individual, que es la primera piedra de la teoría anarquista tradicional? Foucault, Deleuze, Lyotard no buscan el cambio social en menor medida que los anarquistas. Pero si no tienen confianza en una reserva en el ámbito del sujeto, que constituye la fuente del cambio, ¿dónde la encontrarán? Ciertamente no en una agente externo (ideología) que ellos unánimemente rechazan. La renuncia al individuo o al sujeto autónomo como lugar de resistencia y su sustitución por «otro algo» constituye el paso decisivo de un concepto de resistencia radicado en el siglo XIX a concepciones más actuales.

Los motivos para deshacerse del sujeto como lugar de resistencia son históricas y conceptuales. Históricamente la revolución pre-anunciada por Marx no se ha verificado, al menos en Occidente. Este fracaso es en parte debido al hecho de que las clases obreras de las naciones industriales desarrolladas no han ido empobreciéndose, como Marx pensaba que sucedería. Sin embargo, la razón del fracaso de las previsiones revolucionarias está en parte adscrita a la capacidad del capitalismo de manipular la subjetividad. La Escuela de Frankfurt, por ejemplo, ha tratado de explicar la ausencia de revoluciones recurriendo a la capacidad del sistema cultural de absorber toda resistencia y, con ella, toda subjetividad. En el caso de los acontecimientos de Mayo del 68 en Francia, los estudiantes afirmaban que el capitalismo contemporáneo crea un espectáculo en el que cada uno está obligado a participar. En definitiva, la reserva de autonomía individual ha sido absorbida por los sistemas de opresión y, por tanto, no está adaptada para formar la base de un cambio social.

La puesta en cuestión de la autonomía individual, sin embargo, es más que un hecho histórico. La filosofía del siglo XX ha llegado a concebir el sujeto como una entidad cubierta de fuerzas que anteriormente eran consideradas externas a él.

LA TRAMPA DE LA IDEOLOGIA

Sin embargo, no es en favor del caos por lo que el post-estructuralismo ha rechazado las ideologías. Lo que en cambio ha ofrecido son análisis precisos de la opresión. Ellos prefieren comprometerse en lo que se ha definido a menudo como «micropolítica»: una teorización de regiones, tipos o niveles de actividad política, pero que no pretende ofrecer una teoría política general. La opresión debe ser analizada y combatida sobre muchos registros y en los muchos nexos en los cuales se descubre. Para los post-estructuralistas hay un Stalin a la espera de cada teoría política global: o se nos adapta a los conceptos sobre los cuales se basa, o bien es necesario ser cambiados o eliminados en favor de tales conceptos.

La indefinición de un modelo de sujeto a liberar es la trampa en la que han caído los anarquistas. Para el anarquismo tradicional, la anormalidad debe ser curada, en vez de expresada; y aunque es mucho más tolerante en la confrontación de las «desviaciones» de las normas en materia de sexualidad y de otros comportamientos, queda en tal anarquismo el concepto de la norma como prototipo de lo propiamente humano e individual. Este prototipo, han sostenido los post-estructuralistas, no constituye la fuente de la resistencia contra la opresión en la época contemporánea: es más, con su unidad y su actuar concreto es una de las formas de opresión.

El anarquismo tradicional, en sus conceptos ideológicos -y, además, por el hecho de tener conceptos fundacionales- traiciona las intuiciones que constituyen su núcleo. Toda ideología es una forma de representación y, por tanto, el anarquismo como crítica de la representación no puede ser construido sobre una base de conceptos cerrados y dados para siempre.

Las ideas de Foucault, Deleuze y Lyotard no buscan definir un sujeto oprimido al cual liberar y se dirigen en cambio a favorecer las luchas de los diversos grupos ofreciendo análisis, estrategias, así como críticas políticas y teóricas de las diferentes opresiones. «El intelectual no debe desarrollar el rol de aquellos que dan consejos. Pertenece a los mismos que luchan y debaten con ellos el proyecto, las tácticas y los blancos necesarios en la resistencia. Lo que el intelectual puede hacer es dar los instrumentos de análisis» (M. Foucault). El post-estructuralismo deja la decisión de cómo liberarse a los oprimidos, limitándose a suministrarles los instrumentos intelectuales que podrán ser útiles durante el camino.

Buscar una teoría general, fuera de todo conflicto específico es comprometerse de nuevo con el proyecto de construir los fundamentos ideológicos de un proyecto de representación. Más allá del punto de los valores locales que permitan resistir a lo largo de toda una serie de registros distintos, no hay más teoría, sino sólo lucha.

Por lo tanto, la teoría post-estructuralista es más coherentemente anarquista de cuanto la teoría anarquista haya dado prueba de ser. La fuente teórica del anarquismo -el rechazo de la representación mediante medios políticos o conceptuales- encuentra la más precisa articulación de sus fundamentos en los teóricos post-estructuralistas. Reiner Schurman tenía razón al definir el lugar de la resistencia en Foucault como un «sujeto anarquista» que lucha contra la ley de totalización de lo social. El tipo de actividad ejemplificado por los post-estructuralistas consiste en análisis específicos más que en una crítica global. Los anarquistas tradicionales señalaban los peligros de una dominación de la abstracción; los post-estructuralistas han tenido en cuenta estos peligros en todas sus obras. Han producido un cuerpo teórico que se desarrolla en una época que ha visto demasiada representación política y demasiada poca autodeterminación. Lo que buscan, sea el anarquismo tradicional o el post-estructuralismo contemporáneo, es una sociedad -o mejor, una serie de sociedades- en la cual a las personas no se las diga quiénes son, qué quieren y cómo vivirán; estando ellas en condiciones de decidir estas cosas por si mismas.

Estas sociedades constituyen un ideal y, como los post-estructuralistas reconocen, un ideal probablemente imposible. Pero es en los tipos de análisis y en las luchas que tal ideal promueve -análisis y luchas tendentes a abrir espacios concretos de libertad en el campo social- que reside el valor de la teoría anarquista, sea tradicional o contemporánea.

Todd May

(Extraído y resumidos de «A Rivista Anarchica», traducción Pablo Serrano)