martes, 1 de febrero de 2011
Cuestiones de organización. 31 tesis insurreccionalistas.
A l@s compañer@s pres@s de la guerra social y muy especialmente a aquell@s que además de sufrir la cárcel han de soportar la verborrea de l@s ideólog@s seudorrevolucionari@s que desearían somerterl@s a sus propias limitaciones.
Prólogo
El texto que sigue pretende reemprender el debate sobre la organización desde una perspectiva anarquista. Tema viejo, siempre presente, nunca saldado, aunque existan quienes hayan encontrado la certeza en tal o cual modelo.
No te engañes, no encontrarás en las páginas que siguen ninguna novedad (maldita palabra de marketing), ya el siglo pasado se debatía en similares términos, ni tampoco recetas mágicas que nos ahorren el pensar y actuar, cuestionar, criticar y experimentar, si algo se intenta, es precisamente, incentivar esto mismo. Nos falta debate y comunicación, acción y experimentación, y nos sobran monotonías, certezas y modelos.
Estas “cuestiones de organización” son pretendidamente subjetivas e intencionadamente críticas.
Este texto que ya se define en el título como insurreccionalista por un tomar partido, surge del deseo de destruir lo existente y trata de indagar en los caminos que hagan posible la materialización de ese deseo, buscando desde la palabra el encuentro, en la palabra y la acción, con tod@s aquell@s induvidu@s insurgentes que mantienen viva la pasión demoledora de la libertad.
I. Siempre han existido dos tendencias visibles en el Movimiento Obrero. Una es tendencia etapista, que conservando las “victorias” parciales pretende fijarlas como peldaños ascendentes a la conquista del cielo. Otra es tendencia insurreccional que hace del presente momento mismo de posibilidad revolucionaria. En la práctica no han existido líneas precisas de demarcación de ambas tendencias. Las dos tendencias encuentran sus semejantes en el Movimiento libertario.
II. La tendencia etapista se define en la práctica de reivindicación como medio gradual de alcanzar transformaciones globales. Asumiendo la negociación con el Poder y posponiendo el enfrentamiento directo con éste. Fijando sus perspectivas revolucionarias en el futuro, trata de acumular en el presente el mayor número de adept@s a l@s cuales concienciar hasta que se den las condiciones (¿?) esenciales para un ideal asalto a los Palacios de Invierno. El crecimiento cuantitativo es consecuentemente su primer objetivo.
Este tendencia se ha organizado históricamente en estructuras clásicas (partidos, sindicatos, etc). La estructura clásica es representativa en tanto se erige en representante material o espiritual no sólo de sus miembr@s sino de todo el colectivo de explotad@s, convirtiéndose en el eje del “verdadero” movimiento proletario.
Desde aquí se impulsa y estimula la “conciencia de organización”, la pertenencia un grupo homogéneo por encima del/a individu@ del que se puede ser y con el cual te identificas y te identifican.
La estructura clásica, es estructura pesada que produce y reproduce aparatos burocráticos. Tiene sus comicios decisorios, comités representativos y ejecutivos, y un entramado de protocolos, vicios, y normativas.
Simbólicamente se concibe como guardián de la sangre de l@s mártires, del pasado glorioso, de los principios inamovibles. Estimulando el culto a la personalidad, bien sea del héroe/heroína muert@ o del/a destacad@ compañer@ viv@.
Las organizaciones pesadas son en si mismas conservadoras y tienden a preservarse en el tiempo a pesar que las coyunturas que las hicieran surgir se hayan modificado. Por ello una parte importante de su tiempo se dedica a realizar “análisis” y gestos que muestren la inefable necesidad “actualidad” del modelo organizativo. El resto de su tiempo se divide en las reivindicaciones concretas como forma de proselitismo; en la organización de la Organización llegándose al máximo de complejidad posible; y a la reproducción ideológica, teniendo en los referentes pasados una verificación de su existencia.
La tendencia etapista y las formas orgánicas que adopta nos muestran la permeabilidad en el Movimiento Obrero de los valores sistemáticos; la burocratización inherente a la organización pesada, la delegación del/a individu@ en el colectivo, el establecimiento de jerarquías difusas o regladas, la rentabilidad de la acción como valor de cambio, la acción como mercancía, la asunción de límites y programas mínimos, el reconocimiento del Poder como mediador a través de la negociación…
III. En el Movimiento Libertario se da, como reflejo del Movimiento Obrero, la tendencia etapista.
Esta tendencia cristaliza el modelo organizativo clásico compuesto por la organziación de masas, las organizaciones específicas y las organizaciones pantalla de tipo juvenil, de mujeres, culturales, etc.
Este modelo surgido a principios del siglo XX tiene un sentido lógico en el momento de su aparición, de crisis y reestructuración capitalista. En el se conjuga en forma de contradicción tanto la necesidad y deseo de autoorganización proletaria, como el reflejo de los cambios en curso que conducen a un nuevo modelo de acumulación capitalista.
En el desarrollo de este modelo se enfrentan y complementan las dos tendencias anunciadas. Por un lado se da la práctica reivindicativa de la tendencia etapista que consolida la estrutura pesada y las nacientes burocracias. Por otro lado se producen explosiones insurreccionales que rompen el etapismo y superan a la organización pesada en un sentido positivo.
La conyuntura histórica de crisis capitalista propicia tal contradicción. Esta puede observarse en la revolución española. Mientras las masas proletarias alentadas por la CNT-FAI desencadenan una revolución sin precedentes generando sus propios organismos autogestionarios, éstas serán a su vez, frenadas y estranguladas por la burocracia de la misma CNT-FAI, que no encontrará dificultades en alinearse con las otras burocracias “obreras” en organismos interclasistas, lo cual será justificado como “necesidad histórica”. El epílogo es la derrota del Movimiento Obrero insuficientemente fuerte y autónomo para anular y superar en la práctica insurreccional a sus propias organizaciones representativas.
IV. La tendencia insurreccional del movimiento obrero, no se identifica con formas regladas de organización sino a través de la práctica del ataque directo al Poder sin admitir negociación, diálogo o intermediario alguno con éste. Encuentra su razón de ser y extracción teórica en la acción colectiva o individual del proletariado consciente, que se revuelve contra los aparatos de dominación.
Su objetivo presente e inmediato es la destrucción de dichos aparatos.
La materialización de esta tendencia en el movimiento de masas, surge en todos los momentos de lucha directa que superan la mera reivindicación y se hacen dueñ@s de su propia vida y construcción histórica.
Nacen, en y desde el enfrentamiento y tienen en él su sentido, generando situaciones concretas de destrucción de lo existente y creación de realidades autogestionarias.
Las organizaciones gestadas en el movimiento insureccional de masas, sólo tienen su razón de ser en el instante concreto de la revuelta generalizada. Su construcción a priori o su mantenimiento posterior sólo las conduce a la practica reivindicativa y/o a la recuperación sistemática.
Desde l@s luditas a la insurrección albanesa encontramos las señas de identidad de esta tendencia donde explorar las posibilidades, siempre presentes, de su materialización actual.
V. La tendencia insurreccional del movimiento obrero ha tenido entre l@s libertari@s (incluyendo en este término a todos aquellos movimientos nominados o innominados que han desarrollado una práctica antiautoritaria y revolucionaria) a sus mayores animadores e impulsores. El enfrentamiento directo con el Poder y el deseo de destrucción inmediata de éste, son consustanciales al pensamiento y la práctica libertaria, que rechaza las “políticas de fase” y las representaciones simbólicas.
Si bien la plasmación de esta tendencia en el movimiento libertario no ha tenido las repercusiones “espectaculares” que ha podido tener la tendencia etapista, ella está presente en toda la historia libertaria con una práctica visible generadora de tensiones en el seno del movimiento libertario y del movimiento obrero. Sus reediciones más palpables corren parejas al desarrollo del movimiento obrero insurreccional y encuentran su fusión con éste a través de la catarsis revolucionaria.
El hecho de que el movimiento insurreccional libertario no tenga la magnitud espectacular del movimiento anarquista etapista se debe a sus mismas características. El movimiento insurreccional libertario no mantiene formas de organización pesadas, ni basa su acción en la acomulación cuantitativa, ni se erige en representante de nadie. No posee pues referencias estructurales palpables y sus señas de identidad siguen el curso del enfrentamiento directo y espontáneo del proletariado mientras éste no cae en la manipulación y recuperación de los aparatos burocráticos de las estructuas clásicas. Es, en consecuencia, un movimiento difuso, mayormente tangible en los momentos álgidos de insurrección de masas pero que perdura en los periodos de reflujo revolucionario en las mil y una formas que adquiere la revuelta (sabotajes, expropiaciones, absentismo,…).
Esta tendencia no se restringe tan sólo al hecho violento de la acción directa sino que como movimiento anarquista etapista, también se dota de medios formales de propaganda pero a diferencia de los otros tales medios sólo son herramientas para avanzar hacia el enfrentamiento y profundizar en la lucha insurreccional de las masas.
VI. Dos fenómenos son reseñables:
1. Que la tendencia etapista en el movimiento libertaria siente como un peligro la existencia del movimiento anarquista insurreccional. Pistoler@s, delincuentes, aventurer@s, provocadores, infiltrad@s, psicópatas, son algunos de los adjetivos que tanto el Poder como el/la “revolucionari@” etapista dedican a l@s insurgentes y aunque el etapista pueda admitir e incluso aplaudir la insurgencia lejana (en el tiempo o en el espacio) no la aceptará en el aquí y ahora.
Sus miedos están justificados. La verificación práctica del hecho insurreccional pone en peligro la propia estructura conservadora del/a “revolucionari@” etapista a salvo del enfrentamiento en su feudo ideológico desde donde se puede lucir la pose “radical” sin riesgo de serlo y a la ver mantener pequeños y miserables reductos de poder reproducido en la forma de naturales jerarquías.
2. Ya no existen fronteras exactas entre ambas tendencias, la intensificación y el reflujo de las luchas hacen que la confluencia y la mezcla se den con frecuencia.
Así la frontera inexistente se cruza en ambas direcciones, demostrándonos la historia que el/la anarquista insurreccional encuentra su lógica en el movimiento obrero revolucionario cuando éste se desata de l@s recuperador@s, mientras el/la anarquista etapista ha mostrado en el pasado su facilidad para trazar alianzas con las organziaciones clásicas del movimiento obrero.
VII. La etiqueta insurreccionalista otorgada por un@s y autoasumida por algun@s no deja de ser más que eso, una etiqueta, que corre el riesgo de petrificarse en seudoideología si no se profundiza en el ámbito teórico y práctico de la intervención insurreccional. Más allá de la posible moda que pueda suponer esta “novedad”(¿qué novedad?) para aquellos que idealizan sus aspectos más morbosos y ficticios (principalmente el uso de la violencia como estrategia revolucionaria) y que basándose en un inmediatismo voluntarista poco argumentado desprecien el papel de la críticia. Si de los debates surgidos de la prácticas insurreccionales sólo valoramos las formas no tardarán en aparecer quienes suscriban un nuevo -ismo que les ahorra pensar.
VIII. Desde lo que (no) hay, en el pobre panorama libertaria actual nos encontramos con un número creciente (creciente por la dinámica escisionista en que se ve envuelto que evidencia su debilidad) de organizaciones pesadas que se reclaman libertarias desde muy distintos ámbitos. Unas se aproximan más que otras al reformismo y otros se revuelcan en el indecorosamente, mientras algunas nadan en el ostracismo absoluto que no lleva a ningún sitio.
De las diferentes familias anarcosindicalistas a los “autonomistas organizados” se nos ofrece un arco iris de posibilidades perdidas en los trayectos de la política reivindicativa etapista.
Sus diferencias teóricas ante un inexistente auditorio sólo evidencian sus compartidas miserias, la imposibilidad de destruir o contribuir a la destrucción de la miseria realmente existente y su inconsciente contribución a ésta.
Sin un movimiento revolucionario a la vista pretenden suplantarlo a partir de un crecimiento cuantitativo que l@s convierta en la organización guía de las masas, dejándolo todo postergado a un futuro inexistente en el que vuelvan a producirse las “condiciones objetivas” de un pasado mitificado. El enfrentamiento con la realidad se hace en consecuencia imposible.
Ni el 17, ni el 36, ni el 68, ni el 77 van a volver por más que copiemos las organizaciones que en esos momentos se dieron, hecho que demuestra que en lugar de aprender de los hechos históricos sólo hemos sido capaces de imitar sus carcasas.
Sobran mitologías ortopédicas y mentiras complacientes y faltan autocrítica, acción y objetivos concretos para el ahora, desde donde proyectar todas esas ganas frustradas de rebelión que estando presentes se ahogan en los pudrideros de las “viejas y nuevas” estructuras.
IX. Tres afirmaciones sobre el tiempo presente:
1. El proletariado no ha sido abolido. Ha modificado su composición en el transcurso de las reestructuraciones capitalistas convirtiéndose en sujeto menos perceptible más irreconocible. Sin embargo, es creciente, a la par que su descomposición como sujeto unitario, la existencia de una mayoría explotada, privada de todo poder de decisión sobre sus vidas.
2. El capitalismo sigue desarrollando sus alienaciones. Éstas ya no están sólo sujetas al modelo productivo que tiene su eje en la fábrica y el trabajo centralizado. En el momento en el que el capitalismo ha convertido toda actividad humana en mercancía el trabajo represivo ha traspasado los muros del recinto fabril para abarcar todos los aspectos de la supervivencia social. La alienación es ahora global.
3. La posibilidad de revolución es una posibilidad presente. El problema teórico planteado hace un par de siglos por el socialismo no ha sido resuelto, tan sólo reestructurado, ahondándose en la contradicción inherente al sistema capitalista.
X. El objetivo revolucionario, pasa por incidir en tal contradicción que posibilita la generación de movimientos reales capaces de superar el estado actual de las cosas.
Ataquemos a través de la practica subversiva, la realidad cotidiana que tod@s l@s sometid@s a la dominación capitalista sentimos, aunque una gran mayoría vea esa realidad distorsionada por la reducción a espectáculo que el sistema hace de ella.
Utilicemos como estrategia el enfrentamiento continuado. Donde y cuando l@s individu@s insurrect@s decidan, desde una perspectiva global que no admite dialogo alguno con el Poder.
Salir a la calle a perturbar el miserable y embrutecedor orden de las cosas haciendo visible la brutalidad sistemática que tod@s percibimos esencialmente.
Desatar nuestra rabia es un objetivo posible en el aquí y ahora, unir nuestra rabia a la de nuestr@s iguales será una necesidad ineludible.
XI. El ataque es la acción colectiva o individual contra la cotidianidad, sin necesidad de excusas en forma de acontecimientos mediáticos teledirigidos por el Poder.
No es necesaria ninguna masacre televisada para atacar. Protestas dirigidas contra tal o cual fenómeno parcial sólo evidencian la manipulación folclórica de éstas, que eluden la globalidad del enfrentamiento, reduciéndose la protesta a un consentido desahogo vacío.
El ataque muestra sus pretensiones destructivas de la totalidad porque el objeto atacado es tan sólo una excusa para cuestionar lo existente. Es, en consecuencia, irrecuperable.
XII. La violencia es un aspecto secundario en el ataque, no su razón de ser. El ataque es toda forma de destrucción de lo existente de donde parte la posibilidad de generar nuevos nodos de creatividad.
La creación-destrucción es un proceso que se retroalimenta en el transcurso de la lucha.
XIII. La organización informal es una vía óptima para la organización del ataque anarquista. La organización informal no se basa en estructuras clásicas y pesadas sino que se adapta al momento y la voluntad de acción de l@s insurrect@s, no supeditando sus deseos a la estructura y su programa.
La organización informal se da a través de la afinidad entre individu@s y grupos tiene en ésta, y sólo en ella, su nexo de unión y la formación de un tejido orgánico nunca acabado, siempre en movimiento.
La organización informal se da en el territorio y puede ser tan extensa como de sí la afinidad, no estando sus miembrxs sujetxs a mayores compromisos que los adquiridos voluntariamente y siendo su cohesión tan fuerte como sea la pasión compartida por destruir el Poder.
No poseyendo órganos ni comicios de decisión a ésta se llega desde el encuentro, la comunicación, el debate y la acción. Los hechos nos dan las claves de la afinidad con nuestr@s iguales.
No cabe duda que hemos de encontrarnos con todos aquellos grupos e individu@s, con los que, aún sin saberlo, estamos recorriendo el mismo camino.
XIV. El militantismo es la antítesis de la responsabilidad individual. El primero es sometimiento a la ideología y a la organización, es martirio, acción separada de la vida, alienación. El segundo es acción vivida y compartida, ruptura de la alienación liberación del deseo.
Superamos el militantismo cuando nos hacemos responsables de nuestros actos por muchos esfuerzos que nos supongan.
La organización informal anarquista es la organización de individuxs responsables no de militantes.
XV. La organización informal tiene una necesidad de autonomía extrema ya que su propia composición es autónoma, de la/el individu@ al grupo, del grupo a la red.
XVI. La organización informal tiene una necesidad de comunicación constante como un todo impreciso que piensa y actúa, que decide y lucha a un mismo tiempo. El acuerdo entre sus miembr@s se da de forma natural y es fruto de las necesidades sentidas y la responsabilidad individual.
XVII. La organización informal tiene una necesidad de autocrítica implacable. Siendo su propia existencia una crítica práctica al miserabilismo impuesto por la falsa paz social, se hace imprescindible el análisis de sus actos sin buscar la autocomplaciencia, evitando la fosilización y recuperación sistemática, recuperación que es la primera forma represiva del sistema contra las potencialidades revolucionarias.
Todo es cuestionable y susceptible de crítica, no hay recetas mágicas. A partir de aquí la práctica ratifica o no la teoría y viceversa, evitándose caer en la reproducción de estereotipos y modelos ideológicos y cuestionando todo apriorismo y mistificación.
XVIII. La organización informal tiene necesidad de espacios autogestionarios en el territorio desde donde operar, experimentar y encontrarse l@s individu@s, grupos e iniciativas insurgentes. Espacios que ya de por sí, supongan ruptura y ataque contra el sistema y desde donde se construyan situaciones reales de autogestión libertaria.
XIX. La organización informal tiene la necesidad de impulsar redes de comunicación, debate y difusión de ideas. Redes que cubran la necesidad de comunicación directa entre l@s insurgentes y las diferentes luchas en curso, sin caer en la contrainformación (interpretación y transmisión de noticias sin más) y/o transmisión ideológica (venta de un modelo a imitar) que vendría a ser el reverso de la información y/o transmisión ideológica oficial (en escala diminuta) pero en sus mismos parámetros alienantes.
XX. La organización informal tiene la necesidad de dotarse de medios materiales para combatir la represión. La solidaridad con l@s represaliad@s ha de ser una constante prioritaria puesto que es la única defensa de la/el revolucionari@. La solidaridad con l@s compañer@s represaliad@s no puede quedarse en una pose o una actividad circunstancial.
XXI. Al hilo de lo expuesto, la organización informal evita y combate la reproducción en su seno de relaciones sociales capitalistas y es generadora de relaciones sociales comunistas y realidad latente, en el aquí y el ahora, de la sociedad libertaria.
XXII. Las necesidades de la organización informal no son un catecismo preestablecido que ha de ser cumplido obligatoriamente punto por punto. Se trata de necesidades que se dan en el transcurso de la lucha y que pueden adoptar formas diversas y variables, si bien, en esencia, son consustanciales al desarrollo positivo del proceso. Ninguna necesidad verdadera surge de forma provocada y ninguna es superior a otra, sino que estas aparecen como necesarias por la propia dinámica del enfrentamiento.
XXIII. La organización informal no es organización separada de las luchas, ni superior o guía de éstas. Es parte consciente de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s y participe de las luchas sociales. No renunciando en los periodos de reflujo y falsa paz social al enfrentamiento y fusionándose de forma natural en los movimientos autónomos de clase cuando estos se desarrollan en dirección insurreccional.
XXIV. Pese a quien afirma lo contrario la organización informal es organización. Desde l@s etapistas organizacionistas, para quienes toda acción ha de pasar primero por acabar la siempre inconclusa organización perfecta, hasta l@s individualist@s, incapaces de articular cualquier actividad en compañía de otr@s y en consecuencia instalad@s en la crítica y en el güetto de sus propias ilusiones, la gama de opositor@s teóric@s y práctic@s al desarrollo de la organización informal como organización y no como mera formalidad va desde sus detractor@s más acérrim@s a sus supuest@s precursor@s más teóric@s.
XXV. La mistificación cuantitativa pasa en la actualidad por dos caras de una misma moneda. La de quienes necesitan de la acumulación significativa de parroquian@s para decidirse ha hacer algo que vaya más haya de las rutinas simbólicas y las de los que sólo son capaces de “hacer” desde las capillas grupusculares suponiendo que estas son la garantía para prevenir los males de los que se acusa a las organizaciones pesadas. Si l@s primer@s quedan instalados en el limbo, l@s segund@s tampoco llegan más lejos puesto que las limitaciones que suponen al actuar colectivo les aparta irremediablemente de la intervención social y de los hipotéticos movimientos de masas adoptando poco a poco la conciencia de vanguardia voluntarista, y me refiero intencionadamente a movimientos de masas por el miedo de algun@s a tal término.
Si la organización informal no es organización separada debe partir, buscar y concluir en el movimiento de l@s explotad@s y extender su práctica-teoría en y desde la realidad de las luchas y no desde ilusorias barricadas y fantasiosas clandestinidades con afanes tan meritorios como suicidas. La organización informal debería ser el aglutinante de la tendencia insurreccional del movimiento de l@s explotad@s en su propio seno en lugar de otro factor de dispersión.
En cualquier caso el número chico no vacuna de los males achacables a la organziación pesada (delegacionismo, organizacionismo, burocratización,…). Como prueba basta echar un vistazo a los grupitos de nuestro alrededor involucrados siempre en sus asfixiantes dinámicas.
XXVI. Los movimientos sociales autónomos son organismos populares que responden a necesidades sentidas. Se desarrollan al margen de los aparatos de recuperación del Poder, manifestándose en las prácticas de la autogestión y de la acción directa.
XXVII. Los movimientos sociales autónomos surgen como negación de aspectos concretos y cotidianos de la explotación capitalista. Su objetivo es destruir tal aspecto, atacar un aparato del Poder. En consecuencia tienen una limitación en el espacio-tiempo.
XXVIII. Si el movimiento autónomo incide en el ataque y la práctica insurreccional, tiende a radicalizarse adquiriendo una cosmovisión de la realidad, buscando en tal caso nexos de unión con otros movimientos similares y alcanzando un pensar y actuar global.
XXIX. La creación de situaciones insurreccionales difusas por parte de los movimientos autónomos, su conexión, cohesión, amplificación y radicalización transforma los momentos efímeros de revuelta en momentos de revolución y autogestión generalizada. Los movimientos autónomos se transforman por la vía insurreccional en movimiento revolucionario.
XXX. Los movimientos sociales difieren de los movimientos sociales reformistas en que estos últimos basan su acción en la reivindicación parcial, lo cual no niega la dominación capitalista, simplemente demandan de esta una cesión de poder un servicion concreto insatisfecho.
En la práctica no es fácil diferenciar entre uno y otro y es su propia evolución, en muchos casos, y las circunstancias que los envuelven las que nos darán las claves para su reconocimiento.
XXXI. Hay que distinguir entre movimiento autónomo como práctica autónoma del proletariado y organización autónoma como estructura ideologizada que pretende suplantar al movimiento mitificándolo y vaciándolo de contenido.
La ideología no es autónoma, está sujeta a sus propias limitaciones, es falsificación de la realidad.
Sólo la crítica y la acción pueden ser autónomas.
Epílogo.
Lo expuesto en estas tesis no tratan de expresar el deseo de un modelo organizativo. Tratan de indagar desde la crítica las líneas generales que ayuden a superar el estado actual de las cosas. Como se ha dicho esto no es un catecismo. Existen formas dispares de actuar y hacer y diversos caminos que tomar, siendo imposible preestablecerlos sin caer en ficciones ideológicas.
Pero si bien es cierto que existen formas dispares de actuar y diversos caminos que experimentar, sólo existe uno para el no hacer y ese ya lo conocemos.
Otoño de 1999.
Este texto fue publicado por Ediciones Piratillas (Alicante) en marzo de 2001.
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